¿Quién cuenta en Florida? La pregunta se repite en el estado de la debacle y el ridículo en las presidenciales del 2000. Importa quién y cómo cuenta los votos, que el 2 de noviembre se emitirán por ordenadores que no quieren dejar rastro en papel. E importa quién y según quién cuenta cómo votante. Y parece que otra vez contarán más los hispanos que los negros. No es casualidad en el estado gobernado por un Bush --Jeb--: los primeros suelen votar republicano; los segundos, no.

Los ojos del mundo están puestos en Florida desde los infames 36 días de recuento del 2000. El expresidente Jimmy Carter lanzó la voz de alarma y los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) advirtieron de que "el reemplazo del equipo para el voto (en el que se han invertido 77 millones de dólares, 62 millones de euros) puede convertirse en una fuente de mayor controversia".

Los problemas acechan. El viernes se supo que cientos de miles de personas que se registraron no podrán votar por no haber marcado una casilla indicando que son ciudadanos norteamericanos.

Lista sospechosa

En Florida, los convictos no pueden votar. Este año, la secretaria de Estado nombrada por Jeb Bush, Glenda Hood, realizó su lista de convictos e intentó esconderla. Cuando la presión mediática y de organizaciones civiles obligaron a hacerla pública, el escándalo saltó: en la lista hay 22.000 negros y sólo 61 hispanos. Bonnie Levin, profesora de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Miami, ha hecho un estudio de lo que ocurrió en el 2000 y asegura: "La exclusión estaba claramente dirigida hacia los negros, no hubo nada casual".

Hood está en el ojo del huracán por haber maniobrado para colocar en las papeletas al candidato independiente Ralph Nader, lo que daña a John Kerry. Y ha habido informaciones de intimidatorias visitas de la policía estatal a ancianos negros, algunos involucrados en el movimiento civil para registrar votantes. La mayor esperanza demócrata de ganar los 27 votos electorales (el 10% de los necesarios para la Casa Blanca) es la alta participación.

Pero si hay un nombre y un condado infames es el de Theresa LePore y Palm Beach. Ella diseñó las papeletas mariposa que confundieron a más de 100.000 personas hace cuatro años. Acosada por mensajes de odio y amenazas de muerte, el viernes defendía en otra prueba pública los ordenadores que ha comprado. Y al hablar del pasado sólo se defiende asegurando: "Todos somos humanos. Nadie es perfecto".

No es una respuesta que contente. "No estamos más seguros que en el 2000", ha dicho Linda Rodríguez-Tasseff, presidenta de la Coalición para la Reforma Electoral en Miami. Ella lo sabe. Tras las elecciones a gobernador del 2002, pidió acceder al registro de votos emitidos por ordenador. Por problemas informáticos, le dijeron, los registros habían desaparecido. No había copia de seguridad.