Italia se paralizó ayer por quinta vez desde que en el 2001 ganara las elecciones una mayoría conservadora encabezada por Silvio Berlusconi. El paro general contra la política económica del Gobierno estuvo apoyado no sólo por los tres sindicatos principales, sino también por la patronal Confindustria así como por miles de alcaldes de todas las tendencias, a quienes el Ejecutivo ha reducido las ingresos generales.

Según las centrales obreras, la adhesión fue superior al 80% y en algunos sectores alcanzó el 100%. Incluso los carabineros bajaron a la calle, en Roma, para criticar la reducción de los fondos para la seguridad y explicar que no tienen siquiera un bono-comida. Los sindicatos consideran una abominación la rebaja de impuestos decretada por el Gobierno, ya que cada italiano tendrá una reducción de 16 euros de promedio al mes gracias a: menos funcionarios, menos enseñantes y menos servicios públicos.

"PAIS EN DECADENCIA" Los líderes de los tres sindicatos dijeron en tres plazas diferentes que era "una huelga política" y que no aceptarán "la decadencia del país". Para la oposición progresista la novedad del día fue el regreso de Romano Prodi a la política italiana: "Esta manifestación es el comienzo de una acción unitaria para la recuperación del país, porque este es un país que hay que rehacer", dijo el expresidente de la Comisión Europea.