La cantante Rihanna acaba de declararse fan de Mexican Dynasties, el reality show que tiene como protagonistas a integrantes de tres reconocidas familias de ese país: Bessudo, Allende y Madrazo. En EEUU suelen ubicar el programa del canal Bravo por delante del que realiza el clan Kardashian. A estas alturas no faltan en Brasil los que se preguntan cuándo se lanzará un ciclo similar con los Bolsonaro como figuras estelares. No solo porque el presidente ha elegido a los medios tradicionales y virtuales como su mundo verdadero, sino por el creciente protagonismo político de sus hijos. Siempre hay algo sorprendente que decir o callar sobre el senador Flavio, el diputado federal Eduardo (PSL-SP) y el concejal carioca Carlos. Todos pertenecen al Partido Social Liberal.

Flavio Bolsonaro prefiere por momentos los bastidores del Congreso, pero no puede permanecer en el anonimato. Dos detenidos por el asesinato de la activista carioca Marielle Franco eran personas cercanas a su entorno. Eduardo es, sin embargo, quien acapara la atención. En calidad de integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, ha convertido a Venezuela y las actividades mundiales de la izquierda entre sus obsesiones. Así se lo hizo saber al viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, cuando se fundieron en un abrazo en Milán.

Eduardo es un admirador de Trump y Olavo de Carvalho, el gurú ultra brasileño, que suele recibirle en su casa de Virginia. El capitán retirado quiere que Eduardo sea su embajador en Washington. «Quiero beneficiarlo», se ha empecinado el presidente. «Cero tres», como suele llamarlo, está preparado para dar un salto a la diplomacia. «Voy a defenderlo», dice su padre.

A veces Eduardo se autorreprocha su locuacidad. El diputado recurrió a Twitter para reivindicar su capacidad. «En el 2005, mientras estaba de vacaciones en la universidad, trabajé en el restaurante de pollo frito Popeyes Louisiana Kitchen. Al final del día, lo limpiábamos todo y quedaba muy bien. He freído hamburguesa en el frío Maine que limita con Canadá. Vi cómo es el trato receptivo de los estadounidenses con los brasileños. Allí pagué mis cuentas y mejoré mi inglés sin gastar dinero de mis padres. En Brasil, la prensa me desprecia y tergiversa mi discurso», se lamentó. Hubo mofas a granel en todos los medios.

La ministra de Derechos Humanos, Damares Alves, conocida por asignar colores rosa y azul a las niñas y niños, respectivamente, y por revelar su encuentro con Jesucristo al pie de un árbol de guayaba después de haber sido violada, salió a respaldarlo. Para ella no se trata de un caso de nepotismo. «Eduardo es una de las personas más capaces del país».