La capital de Haití se preparaba ayer para hacer frente al ataque de los rebeldes alzados en armas contra el presidente, Jean-Bertrand Aristide, que durante la noche del lunes al martes tomaron la ciudad de Puerto de la Paz, en el extremo norte de la costa haitiana, donde se desataron más saqueos e incendios. Aristide pidió de nuevo a la oposición que ponga fin a la violencia y "comparta las responsabilidades de Gobierno". El presidente haitiano aseguró que la revuelta es un "crimen contra la humanidad" y clamó, desesperado, por una "urgente presencia internacional que refuerce a la policía".

Mientras el diálogo entre la oposición y Estados Unidos sobre el plan de paz seguía ayer bloqueado, los sublevados, comandados por el excomisario Guy Philippe, consolidaban su control de la mitad norte de Haití --cinco de los nueve departamentos del país-- con la ocupación del puerto que antaño refugiaba a los bucaneros y en el que viven más de 120.000 personas.

La capital haitiana, Puerto Príncipe, se llenó entretanto de autobuses volcados, barricadas hechas con viejas neveras o cocinas, neumáticos en llamas y seguidores de Titid con armas largas.

A la puerta de palacio, un grupo de exaltados seguidores del gobernante vociferaba con la mano abierta para señalar los "cinco años" que Aristide deber permanecer en el poder, hasta el 2006. En el jardín, la guardia personal del presidente preparaba las ametralladoras.

La mayor parte de los 80 españoles que se encuentran en el país se dirigirá a primera hora de hoy al aeropuerto, bajo la protección de los marines estadounidenses, para embarcar en un avión fletado por el Gobierno español. España es uno de la media docena de países que pidió ayer a sus ciudadanos --más de 20.000 personas-- que abandonen Haití.