El coronavirus se ha cobrado 67 muertes en Corea de Sur y 1.016 en Italia tras partir de situaciones análogas. Ambos diagnosticaron sus primeros casos en enero, comparten una población similar y la pulsión por amontonarse en centros de culto. Corea del Sur está lejos de erradicar la epidemia pero ha reducido sus contagios de un millar a menos de un centenar en 10 días y su éxito desmiente a los que juzgan que dictaduras como la china juegan con ventaja.

La receta incluye los conocidos ingredientes que explican el éxito en China, Singapur, Taiwán y otros países asiáticos: una sociedad solidaria que asume los sacrificios personales en tiempos convulsos y un gobierno que dirige el timón con eficacia y previsión. El hecho diferencial surcoreano es un concienzudo mecanismo de rastreo, análisis y tratamiento. Sus casi 20.000 tests diarios superan los que ha practicado Estados Unidos hasta la fecha y explican una tasa de mortalidad del 0,7% cuando la global alcanza el 3,4%: muchos de los infectados asintomáticos o con síntomas leves que escapan del radar en el mundo son diagnosticados en Corea del Sur. También influye un proceso ordenado que evita los sistemas sanitarios desbordados de Italia o China.

La población con síntomas envía un formulario al registro del Ministerio de Sanidad y recibe en breve una cita en alguno de los 53 centros de control. Son casetas a los que se accede con el coche y donde el funcionario procede al raspado nasal del conductor dentro del vehículo. Bastan 10 minutos para concluir el trámite y las 96 clínicas públicas y privadas emitirán el diagnóstico en ocho horas con una exactitud del 98%. Es rápido, gratuito, eficaz e inocuo para el personal sanitario. Más de 200.000 surcoreanos han sido analizados, el triple de personas que en Italia. Su ratio de 4.700 por millón de habitantes es el mayor del mundo.

Habitación aislada

El ciudadano que recibe un mensaje al móvil con el positivo será sometido a una cuarentena domiciliaria y monitorizado a distancia hasta que una ambulancia lo conduzca a la habitación aislada de un hospital. El Gobierno rastrea a los infectados por GPS y ofrece mapas actualizados con su ubicación para que el resto los evite. Son invasiones a la intimidad ridículas en comparación con la distopía orwelliana china.

Esa obra de arte con precisión suiza no se improvisa. La epidemia del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio que dejó 36 muertos en el 2015 empujó a las autoridades a reformar su sistema de respuesta ante crisis sanitarias. Incluso fue creado un departamento para lidiar con el peor escenario. Sobre esos pilares se pudo construir el mecanismo actual en apenas 17 días. Corea del Sur enseña que la inversión en preparativos salva vidas sin necesidad de serios quebrantos de las libertades individuales ni de empujar al país a la ruina: la factura de su sistema es ridícula en comparación con el desastre económico que provocan las mastodónticas cuarentenas.