Debía de haber sido un paseo triunfal, la culminación a ocho años de continuo acoso y derribo contra Obamacare, la reforma sanitaria de Barack Obama que los republicanos han demonizado hasta la saciedad desde su aprobación en 2010. Pero ni siquiera con el control de las dos cámaras del Congreso y casi una década para meditar una alternativa, están siendo capaces de “derogar y reemplazar” la ley legada por sus rivales demócratas.

La reforma sanitaria del Partido Republicano de Donald Trump se está hundiendo antes incluso de llevarse a voto y después de que la Oficina de Presupuestos del Congreso (CBO, de sus siglas en inglés) estimara que dejará a 22 millones de estadounidenses sin seguro, 15 millones de ellos durante el primer año de su aprobación. Al menos nueve senadores republicanos se oponen a la ley, lo que ha forzado al partido a retrasar su votación.

EL SENADO TRABAJÓ EN SECRETO

El desaguisado es mayúsculo. Durante muchas semanas, el Senado trabajó en secreto, sin debatir su propuesta en audiencias públicas ni abrirla a las enmiendas de los demócratas, para mejorar la reforma sanitaria que aprobaron los republicanos en la Cámara de Representantes. Pero el texto remozado sigue siendo objetivamente aterrador. En contra de las promesas de Trump, que perjuró durante la campaña que nadie se quedaría sin seguro, más de 20 millones de personas perderían la cobertura sanitaria. Muchos de ellos están enrolados en Medicaid, el programa público para los pobres y discapacitados que sirve a 74 millones de estadounidenses. Sus fondos se recortarían más de un 20% durante la primera década.

Pero la propuesta también se ceba con las clases medias y los ancianos, que verán sensiblemente reducidos los subsidios que recibían con Obamacare para abaratar el precio de los seguros. Una persona de 64 años que ingrese 49.000 euros al año pasaría de pagar 6.000 euros anuales por una póliza de la calidad más baja a 23.000, según el análisis de la CBO. La ley también golpea con dureza a las mujeres pobres, ya que la pretende dejar sin financiación federal a Planned Parenthood, las clínicas de planificación federal que atienden a la población más desfavorecida, al menos durante el primer año.

Lo que más ha enfurecido a muchos estadounidenses es que el ahorro que se derive del recorte de las prestaciones a los pobres, los mayores, las clases medias y los discapacitados se utilizará para pagar una masiva rebaja de impuestos para las rentas más altas y las aseguradoras, en total, 541.000 millones de dólares en recortes impositivos. Otros 321.000 millones en ahorros irían para reducir el déficit.

CONVENCER A LOS OPOSITORES

Trump había demandado del Senado una ley con más “corazón” que la propuesta por sus correligionarios de la cámara baja, pero lejos de oponerse a la que han planteado, está haciendo lobi para tratar de convencer a los senadores díscolos. Quiere una victoria, y la quiere pronto. Pero será difícil que pueda convencer a los nueve colegas que por el momento han mostrado su oposición a la ley. Unos cuantos son políticos ultraconservadores que consideran que no va lo suficientemente lejos para derogar el edificio de Obamacare; y la mayoría son senadores de corte centrista preocupados por las consecuencias que tendrá sobre sus constituyentes.

“Tal como está redactada, la ley no garantiza un acceso asequible a la Sanidad en Virginia Occidental, no hace lo suficiente para combatir la epidemia de opiáceos que está devastando mi estado, y recorta demasiado el Medicaid tradicional”, ha dicho la senadora, Shelley Moore Capito. Durante el puente del 4 de julio, se espera que muchos senadores tengan que enfrentarse a las protestas de sus constituyentes cuando vuelvan a casa. Después del parón vacacional volverán a intentarlo.