Bastaron doce segundos en un plató de televisión para avivar una nueva polémica en Francia: la batalla cultural en torno al "islamo-izquierdismo". Encargada de anunciar una investigación sobre la pretendida alianza entre los islamistas y la extrema izquierda y su infiltración en las universidades, la ministra de Enseñanza Superior, Frédérique Vidal, protagonizó la secuencia. El debate no solo enfrenta a quienes denuncian un ataque contra la libertad académica y quienes temen la propagación de ideas radicales en la enseñanza superior, también divide a las filas del partido macronista.

“‘Islamo-izquierdismo": "¡Socorro, vuelve la división derecha-izquierda!’”, bajo este título, un colectivo de diputados y ministros firmó una tribuna contra un debate que reavivaría la dicotomía derecha e izquierda. El delegado general de La República En Marcha (LREM), Stanislas Guerini, la ministra delegada de Industria, Agnès Pannier-Runacher, la ministra delegada de Igualdad, Elisabeth Moreno, la secretaria de Estado de Economía Social, Olivia Grégoire, y el diputado europeo y consejero de Emmanuel Macron, Stéphane Séjourné, figuran entre los firmantes del texto publicado en las páginas de Le Monde.

Los signatarios recuerdan la doctrina original encarnada por Emmanuel Macron y el movimiento ¡En Marcha!: “el credo y la ética política” consistían en rechazar “el debate izquierda-derecha, que se encierra en tótems conceptuales y semánticos” y reemplazarlo por “un enfoque basado en los hechos y la eficacia de las políticas públicas”.

La “estéril y deletérea” división izquierda-derecha

El vocablo "islamo-izquierdismo", utilizado con frecuencia para designar a quienes en la izquierda denuncian la existencia de una islamofobia sistémica en Francia, sería uno de estos "tótems conceptuales". Su uso desembocaría en un “debate estéril” que plantearía únicamente una toma de posición en torno a conceptos como “interseccionalidad” (ciencia social donde las teorías de género y de clase convergen con la racial), “postcolonialismo” o “privilegio blanco”. En resumen, el término aglomeraría todos los elementos de la “estéril y deletérea” división izquierda-derecha, el caballo de batalla del presidente francés.

Sin embargo, en esta guerra cultural, las filas macronistas aparecen divididas. “El islamo-izquierdismo” es un “hecho social incuestionable”, lanzó el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, frente a la oleada de críticas que golpea a la ministra de Enseñanza Superior tras su desaventurada aparición televisiva. "Sería no afrontar la verdad no ver que la universidad, los servicios públicos, las asociaciones […] se ven afectadas por el islamismo a veces con la ayuda de la izquierda", añadió el ministro del Interior, Gérald Darmanin, echando más leña al fuego.

Ni de izquierdas ni de derechas, con este mantra Emmanuel Macron consiguió imponerse en las elecciones presidenciales de 2017. “Su originalidad se basaba en su carácter centrista, asumiendo una posición de derechas en materia económica y de izquierdas en el plano cultural”, recuerda Fabien Escalona, politólogo especialista en socialdemocracia. “Sin embargo, su posición ha evolucionado y, sobre todo, ha dado rienda suelta a la mayoría parlamentaria que agita con frecuencia las cuestiones identitarias propias de la derecha conservadora […] Cuando una parte de la formación alerta sobre esta deriva, en realidad, no hace más que recordar sus principios fundadores y su identidad política”, estima Escalona.

Una mayoría de todos "los espectros y de geometría variable"

La escisión izquierda-derecha podría terminar dividiendo a las propias filas de La República En Marcha. “Una fractura interna es poco probable a corto plazo, pero sin duda quienes respaldaron el proyecto macronista de 2017, a la vista de su evolución, deben sentirse, cuando menos, incómodos”, analiza el politólogo. En una mayoría integrada por diputados de “todos los espectros y de geometría variable” conseguir la unanimidad es una tarea complicada, especialmente cuando “la balanza se inclina cada vez más hacia las posiciones de la extrema derecha”.

Con el vaticinio de un nuevo cara a cara entre el presidente francés y la líder ultra, Marine Le Pen, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2022, el discurso macronista recupera conceptos de la ultraderecha, el “islamo-izquierdismo” sirve a título de ejemplo. “Ocupar el terreno de la extrema derecha, recuperar su lenguaje y servir la polémica en torno a las cuestiones identitarias es una estrategia arriesgada que legitima el discurso de los ultraconservadores”, alerta Escalona. Teniendo en cuenta esta deriva, “será complicado para Macron convencer a los votantes de izquierdas de acudir a las urnas para frenar el eventual ascenso de la derecha ultraconservadora”. También será difícil convencer a sus propias filas de la prevalencia de aquel “ni de izquierdas ni de derechas” original.