A la espera del "fin de los tiempos", israelís y palestinos se dedican a segar vidas ajenas y a poner la propia en peligro --algunos a sacrificarla brutalmente--, en la convicción íntima y plena de que su fe es incuestionable y, por tanto, les espera la resurrección y la mejor de las vidas eternas. Es esa certidumbre inconmovible la que permite a unos y otros justificar actos horrendos, crímenes espantosos, y mantener después con la cabeza bien alta que la propia voluntad divina avala sus acciones asesinas. Y también tratarán, ambos, de convencernos de que su credo es el más justo y misericordioso.

*Periodista