Reuvén Rivlin, que hoy juró su cargo como décimo presidente de Israel, tendrá que moderar su ideología nacionalista para ejercer con éxito la función que más representa el consenso dentro de la sociedad israelí, la jefatura del Estado, y poder ser la cara de su país ante la comunidad internacional.

Rivlin entró hoy en funciones después de una ceremonia en el Parlamento (Kneset) que estuvo marcada por la situación de guerra con Hamás, que eclipsó la vistosidad de un acto que desde siempre ha tratado de recuperar costumbres ancestrales del pueblo judío.

Elegido el pasado 10 de junio en una muy disputada votación en el Parlamento israelí, Rivlin es un desconcertante político de la derecha nacionalista, representante de un Likud -el de Menahem Beguin- que desapareció hace dos décadas y media.

Defensor por un lado del Gran Israel, como lo exigía la vieja ideología likudista, este político de 74 años, casado y padre de cuatro hijos, es por el otro un demócrata a ultranza capaz de elevar su voz allá donde considere que la justicia ha de imponer el tono, en línea con unos principios que su partido dejó atrás en favor del marcado acento populista que hoy lo caracteriza.

"Será presidente de todos los israelíes sin distinción, un presidente honesto y cercano", llegó a decir de él el ministro del Interior, Guideon Saar, uno de sus principales apoyos.

Abogado de formación, Rivlin pertenece a una extensa familia que llegó a la Palestina otomana a principios del siglo XIX, y cuyos miembros ocupan, dos siglos después, varios estratos de las elites israelíes.

Vegetariano desde su juventud, amante del fútbol -fue presidente de la Asociación Deportiva Beitar de Jerusalén- y con un gran sentido del humor, el próximo presidente de Israel entró en la política en 1978 como concejal de Jerusalén, ciudad en la que nació y donde centró su actividad pública hasta 1993.

Al Parlamento entró por primera vez en la décimo segunda legislatura (1988-1992) y con la única excepción del período comprendido entre 1992 y 1996, ha sido diputado desde entonces.

También ha ocupado el cargo de ministro de Comunicación (2001-2003) y, en dos ocasiones, el de presidente del poder legislativo (2003-2006 y 2009-2013), tribuna desde la que consolidó su imagen de demócrata a ultranza, en contraste con su fuerte ideología nacionalista.

En 2010, por ejemplo, salió en defensa de la diputada árabe Hanin Zohabi cuando el Parlamento quiso despojarla de sus privilegios parlamentarios por haber participado en la polémica Flotilla de la Libertad a Gaza, asaltada en alta mar por comandos israelíes.

También tiene estrechas relaciones con el sionismo religioso, con los grupos laicos y hasta con la izquierda pacifista, siempre desde el respeto por los valores democráticos, que no por afinidad ideológica.

Para Uri Uriel, del partido ultranacionalista "Hogar Judío", Rivlin "es un candidato que traspasa todos los grupos de la sociedad y todos los partidos, como demócrata, como político derechista y como persona".

Una cualidad que sin duda le allanará el camino en el cumplimiento de una función en la que debe sustituir a uno de los presidentes de mayor éxito en la historia política israelí, el veterano político Simón Peres, que a sus 91 años de edad concluyó hoy su mandato.

El presidente israelí, que cumple una mera función protocolaria, es el jefe del Estado, y es elegido por el Parlamento cada siete años.

Peres llegó a la presidencia en 2007 para restaurar el prestigio de la institución, después de los escándalos fiscales de Ezer Weizman y los sexuales de Moshé Katzsav, este último en prisión por un delito de violación.

En el cumplimiento de su función será clave la relación que Rivlin desarrolle con el primer ministro, Benjamín Netanyahu, con el que desde siempre ha tenido una rivalidad política dentro del Likud.

La discordia entre ambos se remonta a hace más de una década a raíz de la lealtad de Rivlin hacia el entonces jefe del Likud y del Gobierno, Ariel Sharón, si bien, aunó fuerzas con Netanyahu en 2005 para mostrar su frontal oposición a la retirada israelí de Gaza, que impulsaba el jefe del Ejecutivo.

Del mismo modo, rechazó la rebelión que encabezó Netanyahu y acabó con la división del Likud.

En 2009, siendo por segunda vez presidente del Parlamento, Rivlin se mostró contrario a una serie de leyes que, alentadas por el Ejecutivo de Netanyahu, rozaban la inconstitucionalidad, lo que sumado a una pelea con su mujer, Sara, condujo al cisma definitivo entre ambos.

Ello explica que el primer ministro solo apoyara públicamente su candidatura a presidente casi en el último minuto, y por presión de otros dirigentes.

Los dos grandes interrogantes que se abren son, por un lado, qué tipo de cohabitación tendrá con Netanyahu y por el otro, cómo combinará su ideario nacionalista contrario a la solución de dos estados con su función de presidente, que en los últimos años ha recobrado el prestigio nacional e internacional de la mano de Peres.