Carlos Menem, el hombre que gobernó con desparpajo Argentina durante los años noventa, murió el domingo 14 de febrero. Poco antes de su deceso, y en una fecha incierta, le extrajeron de su dedo anular izquierdo el anillo de ónix y revestido de oro con el que simbolizaba su poder. La hija, Zulemita, denunció el hurto después del entierro de su padre. Su abogado, Diego Storto, apuntó primero contra personas del entorno del exmandatario peronista. "Parece una película, pero es la realidad: todos son sospechosos", dijo. Con el correr de las horas, las investigaciones apuntaron hacia otro lugar. Tres enfermeros han sido imputados por la sustracción. Sus domicilios fueron allanados por orden judicial en busca de la joya.

El anillo, de dimensiones inusuales, era una réplica mejorada de uno que le había regalado su padre, un inmigrante de origen sirio. Llevaba grabado los nombres de sus cuatro hijos: el difunto Carlos Junior, Zulema, Carlos Nair, fruto de una relación extramatrimonial y tardíamente reconocido y, por último, Máximo, cuya madre es la exmiss Universo de origen chileno Cecilia Bolocco. La familia del extinto jefe de Estado ha ofrecido una recompensa a aquellos que ofrezcan información que permita llegar a recuperarlo. No descarta la posibilidad de ser objeto de un chantaje por parte de los ladrones. La historia de los ilustres muertos del peronismo tiene algo que decir al respecto.

Las manos de Perón

Treinta y cuatro años antes, los escasos herederos de Juan Domingo Perón fueron objeto de una extorsión que nunca se ha dilucidado: les pidieron ocho millones de dólares a cambio de las manos que le habían cortado al tres veces presidente. El cadáver fue profanado en 1987. El episodio provocó conmoción política. Argentina había salido de una terrible dictadura (1976-1983) y buena parte de su aparato represivo se había convertido en "mano de obra desocupada", según una definición del Interior, Antonio Troccoli.

Tres dirigentes del peronismo recibieron una misma carta escrita a máquina y firmada por un tal "Dr. Hermes Lai". En su momento se especuló que era el seudónimo de Licio Gelli, jefe de la logia Propaganda Due (P2), con quien Perón tuvo una fugaz relación durante su exilio español. En el texto se aseguraba que el exlíder político había contraído una deuda millonaria poco antes de fallecer, el 1 de julio de 1974. La misiva incluía parte de un poema que Isabel Perón había escrito a su esposo y la viuda había depositado en la tumba. El mausoleo del cementerio de la Chacarita estaba protegido por un vidrio blindado y contaba con cuatro cerraduras que se abrían cada una con cuatro llaves diferentes. Adentro, el féretro estaba cubierto por una plancha de metal. Las manos de Perón nunca se recuperaron.

Secuestro del cuerpo de Evita

El robo del anillo de Menem es un episodio menor no solo frente lo que ocurrió con las manos de quien consideraba su referente e inspirador. Tras el golpe militar de setiembre de 1955 que obligó a Perón a refugiarse en Paraguay, un comando de la llamada "Revolución Libertadora" secuestró el cadáver de Eva Duarte de Perón. La "abanderada de los humildes" había muerto en julio de 1952 como consecuencia de un cáncer fulminante. Eva fue embalsamada por el médico español Pedro Ara. Descansaba en la sede de la central obrera única, la Confederación General del Trabajo. El régimen militar lo consideró un botín de guerra. Lo sacó del santuario porque temían que se convirtiera en objeto de adoración. Luego fue escondido. Pero antes de llevarlo a un cementerio italiano de forma anónima, su cuerpo concentró toda la violencia política de esa época: fue vejado y, se dijo, también le cortaron un dedo para asegurar su identidad.

Los restos fueron restituidos a Perón en Madrid después de intensas y secretas negociaciones con otro Gobierno de facto (1966-73). El cadáver llegó a Puerta de Hierro en 1971. Al abrir el féretro, advirtieron que la cabellera estaba mojada y sucia. El doctor Ara descubrió un aplastamiento en la nariz, así como ligeras marcas en la frente. Evita se encuentra desde 1975 en el cementerio de La Recoleta de la ciudad de Buenos Aires.

Al conocerse la muerte de Menem, algunos medios especularon con la posibilidad de que su cuerpo fuera inhumado en la misma necrópolis. El expresidente fue, sin embargo, llevado a un cementerio de la comunidad musulmana en la periferia bonaerense.