Una atmósfera de irrealidad va enseñoreándose de Moscú, poco a poco, día tras día. Pese a que los datos oficiales apuntan a una progresión muy limitada de la epidemia de COVID-19 en el vasto territorio nacional ruso, los signos de que la crisis sanitaria ya está aquí se hallan por doquier: el atasco permanente que taponaba amplias zonas de la capital en las horas centrales del dia ha dejado paso a una circulación relativamente fluida; el metro en la hora punta apenas presenta aglomeraciones, aunque eso sí, un buen número de viajeros ya se cubre la boca con mascarillas; los turistas, chinos o europeos, brillan por su ausencia en la plaza Roja o el teatro Bolshói; en los tableros de anuncios de los portales abundan los consejos para no salir a la calle si uno está resfriado o para proteger a las personas mayores de la infección....

"La situación, en general está bajo control", declaró el presidente, Vladímir Putin, hace una semana durante una reunión del Gobierno. Este martes, las autoridades sanitarias han informado tan solo de 57 nuevos casos en las últimas 24 horas, y un total de 495 desde el inicio de la epidemia, con tan solo una víctima mortal, unas cifras que equiparan a este país de casi 146 millones de habitantes con Luxemburgo, cuya población ni siquiera llega al millon de personas, provocando recelo y desconfianza en muchos estamentos, incluyendo asociaciones médicas próximas a la oposición. "Hemos observado durante el mes de enero un inusual incremento del 37% de casos de neumonía" con respecto al año pasado, señala telefónicamente Iván Konoválov, de la Alianza de Doctores, vinculada al bloguero Alekséi Navalni.

Transformación de hospitales

Konoválov revela que en hospitales de Moscú, San Petersburgo, Vladivostok y Vologdá, areas dedicadas a cirugía y otras especializades han sido transformadas en zonas de cuidados intensivos para el tratamiento de pacientes infecciosos. Y se pregunta cómo es posible que el Ejército ruso envíe ayuda a Italia mientras en algunos hospitales militares se ha demandado a los doctores a que fabriquen sus propias máscaras ante la escasez de material. "Nuestro Gobierno ha cerrado durante los últimos años numerosos hospitales mientras los gastos dedicados a las fuerzas de seguridad han ido en aumento; Rusia no está preparada para una emergencia así", denuncia Konoválov.

Al igual que ha venido sucediendo en los últimos años con las informaciones no oficiales sobre bajas en los conflictos armados en los que se ha embarcado Rusia, el Gobierno ha demostrado que no se anda con remilgos a la hora de cerrar el paso a toda fuente o información que desafíe la narrativa oficial.

Roskomnadzor, el ente regulador de las comunicaciones, exigió el pasado viernes a la emisora liberal 'Eco de Moscú' y a otros medios de comunicación que eliminaran de sus webs informaciones que definió como "falsas" y "socialmente significativas", ya que "amenazaban con sembrar el desorden público y crear inseguridad" sobre la epidemia. Vitaly Rubinski, redactor-jefe de la web de la emisora, explica lo sucedido: "Era una entrevista con el politólogo Valeri Solovei, que daba su opinión" sobre las dimensiones de la epidemia. "Nos llegó un requerimiento oficial, con la advertencia de que si no eliminábamos la información, nos bloquearían; estamos estudiando si recurrimos", continúa.

Afrontar las calamidades sin el Estado

Acostumbrados a afrontar las calamidades recurrentes sin contar con el Estado, los rusos han empezado a pertrecharse por su cuenta contra la pandemia al margen del Gobierno. Uno de estos ciudadanos con iniciativa es Vladímir, que prefiere no revelar su verdadera identidad y regenta una peluquería en Marino, un barrio popular del sur de Moscú, junto con su compañero. Ambos en los últimos días han tenido catarro, con fiebre y tos, "tras ser infectados probablemente por un cliente".

Para evitar males mayores, han decidido adquirir para su establecimiento por 3.700 rublos (menos de 50 euros) una "lámpara germicida ultravioleta" de las que se utilizan en los quirófanos. "Mi madre, que ya es mayor, tambien se ha comprado una", explica, en tono jocoso. Vladímir da por sentado que el Gobierno no está contando toda la verdad a la ciudadanía, pero eso es algo que todo el mundo asume con naturalidad en un país como Rusia. "Vivimos en un régimen totalitario, y los rusos nos hemos acostumbrado a que no nos expliquen las cosas; en el fondo sabemos lo que sucede, pero no hablamos de ello", sentencia.