Ayer dieron comienzo en Rusia los entierros de los 64 fallecidos, la mayoría niños, en el pavoroso incendio que el domingo devastó un centro comercial repleto de público en la ciudad siberiana de Kémerovo. Mientras tanto, el país vivía una jornada de duelo nacional, con banderas ondeando a media asta, modificación de las programaciones en los canales televisivos y un minuto de silencio. En los accesos a la plaza Roja de Moscú, decenas de ciudadanos continuaron depositando velas, flores y mensajes recordatorios junto a la verja de acceso a los jardines de Alejandro, uno de los parques más célebres de la ciudad. A 3.600 kilómetros de este punto, en el escenario del drama, en una iglesia ortodoxa local, se celebró el servicio funerario de tres de los menores muertos, informa Reuters. Los tres ataúdes aparecieron cubiertos con los gorros de los pequeños. La forma en que muchos de ellos fallecieron -quemados vivos- no hacía más que acrecentar el dolor de los padres. Las tareas de identificación estaban siendo retrasadas por culpa del estado en que habían sido recuperados los cadáveres, muchos de ellos completamente carbonizados. Hasta media mañana de ayer, tan solo habían podido ser identificadas 27 víctimas. Las autoridades insisten en que la cifra de 64 fallecidos no ha sido manipulada, y desmienten la existencia de decenas de desaparecidos.