Los reiterados desmentidos del Kremlin no consiguen contrarrestar el constante goteo de informaciones en sentido contrario que vienen publicándose en la prensa internacional. A finales del verano pasado, las autoridades de Túnez enviaron de vuelta a Rusia a un carguero con bandera de Panamá que había recalado en el puerto mediterráneo de Sfax para ser reparado, según informó entonces Middle East Monitor.

Cuando los agentes de aduanas inspeccionaron el buque, hallaron 29 contenedores con material militar de fabricación rusa capaz de equipar a unas 300 personas, además de 66 vehículos militares, un cargamento que tenía como destino a la milicia encabezada por el general Jalifa Haftar, el hombre fuerte en el este de Libia. Este antiguo oficial del Ejército de Muamar Gadafi es apoyado por el Kremlin, los Emiratos Árabes Unidos y Catar y está enfrentado al Gobierno con sede en Tripoli del primer ministro Fayez al Sarraj, reconocido por la comunidad internacional. Cualquier cargamento de armas que le sea remitido viola los términos del embargo decretado por el Consejo de Seguridad de la ONU en el 2011, al inicio de la guerra civil, para limitar los efectos del conflicto en la población.

ATENCIÓN A LIBIA / El Kremlin no parece escatimar esfuerzos para apuntalar a su aliado en el turbulento estado norteafricano. La presencia de tropas de élite rusas en países como Egipto, vecino de Libia, fue detectada hace un año, en un momento en que las tropas de Khalifa, que controlan el este del país, se hallaban a la defensiva y perdiendo terreno. Sin embargo, hace solo unos días, tanto la prensa británica como la rusa se hacían eco del envío de decenas de tropas de élite y de agentes del Directorio Militar Principal, el servicio militar de inteligencia, más conocido como GRU, al mismo territorio libio. «El envío comenzó hace unos meses», sostiene la publicación on line RBK, citando a «fuentes próximas al Ministerio de Defensa» ruso, una información confirmada posteriormente también desde Libia.

Según ha filtrado la inteligenia británica al diario The Sun, Rusia cuenta ya con dos bases en territorio libio, concretamente en las ciudades portuarias de Tobruk y Bengasi, aunque, eso sí, ambas de forma encubierta, regentadas por el ya conocido grupo Wagner, una milicia paramilitar que ya ha actuado en los conflictos de Siria y el este de Ucrania en ayuda de los aliados de Moscú, y que supuestamente está en manos privadas, aunque muchas voces sostienen que despacha directamente con el Ministerio de Defensa ruso.

Tras la campaña militar en Siria, que ha impedido la caída del régimen de Bashar el Asad, Rusia no oculta ya que ha centrado su atención hacia Libia, el principal país de tránsito de la inmigración subsahariana con destino a Europa. Una fuente gubernamental ha asegurado al tabloide británico que la creciente influencia rusa en el estratégico estado norteafricano le podría permitir controlar «como un grifo» el flujo de simpapeles hacia el sur de Europa.

TÁCTICA REPETIDA / De confirmarse, ello no sería más que una repetición de la táctica empleada por el Ejército ruso en Siria durante algunas fases de la contienda civil, durante las que fue acusado tanto por la OTAN como por oenegés de derechos humanos de convertir a los refugiados sirios en un «arma de guerra» contra la Unión, bombardeando deliberadamente objetivos civiles como hospitales y escuelas para provocar una ola migratoria sobre las fronteras comunitarias, a sabiendas de las disputas que ello generaba entre los países miembros.

El petróleo y la expansión militar rusa en el Mediterráneo son otros dos objetivos que persigue Rusia en Libia. En un artículo publicado en la revista Foreign Policy titulado ‘Dentro del Juego de Poder de Rusia en Libia’, los académicos Lincoln Pigman y Kyle Orton explican que Moscú espera que su aliado Haftar «gane suficiente poder político» como para garantizar a Rusia un lugar de privilegio en los «posibles acuerdos económicos» con especial énfasis en el sector del petróleo, «un área de cooperación especialmente lucrativa».

Además, cuentan con que el general renegado le permita «consolidar su posición militar en el mar Mediterráneo, permitiendo así a Moscú proyectar su poder cerca de las costas europeas» y reactivando también la oferta realizada en el 2008 por el difunto Gadafi de abrir una base naval en Libia.