La más laureada película rusa de los últimos tiempos es también la más denostada. Ganadora del Globo de Oro al mejor filme extranjero (2015) y nominada para el Oscar, Leviatán relata la historia de Nikolái, un rudo mecánico de Privrezhny, un pueblo imaginario a orillas del mar de Barents, poseedor de un coqueto terreno codiciado por el alcalde local.

Durante los 141 minutos que dura la cinta, el protagonista sufre todo tipo de vicisitudes en su pugna por evitar la expropiación de su casa a precio de saldo. Al final, no solo pierde la batalla, sino que ve morir a su mujer, debe ceder la custodia de su hijo y es encarcelado por un crimen que no cometió. Y todo gracias a la confabulación de las fuerzas vivas locales, formadas por jueces, policías y religiosos ortodoxos.

El estreno del filme en Rusia levantó enormes ampollas. El ministro de Cultura, Vladímir Medinsky, dijo «no reconocer» a ningún ruso en sus protagonistas y propuso fijar reglas para vetar películas que «contaminen» la «cultura nacional». Miembros de la Iglesia ortodoxa calificaron el filme de «diabólico» y pidieron su prohibición.

RADIOGRAFÍA / El alud de críticas a Andréi Zvyagintsev, director de Leviatán, llevó a muchos a compararlo con nombres universales de la literatura y las artes rusas, denigrados en su tiempo pero aclamados después como visionarios: Aleksándr Solzhenitsin, Mijail Bulgákov y Borís Pasternak, entre otros. Porque, para esas voces críticas, Leviatán es una certera radiografía de la Rusia de Vladímir Putin, bajo cuyos mandatos como presidente y primer ministro se ha desarrollado un Estado que no solo no está al servicio del ciudadano, sino que protege y defiende con impunidad los privilegios de sus integrantes, sean alcaldes remotos, presidentes regionales, diputados, ministros o el propio presidente.

Zhanna Nemtsova, hija de Borís Nemtsov, opositor asesinado (2014), y Aleksándr Politkovsky, exmarido de la reportera Anna Politkóvskaya, también asesinada (2006), aseguran haberse dado de bruces con ese Estado omnipotente. Las investigaciones de los dos crímenes, denuncian, se limitaron a juzgar y condenar a los brazos ejecutores. Ambos afirman que todas las pistas conducen al presidente checheno, Ramzán Kadírov, poderoso aliado de Putin, pero policía y jueces las desestimaron.

«Siento como si estuviera en una auténtica prisión, en un lugar donde los derechos constitucionales solo se aplican a la mafia que nos gobierna», declaró Politkovsky a este diario en el 2016. «Las pesquisas han estado muy influidas por el Estado. Putin es el responsable de que Rusia se haya convertido en un país de bandidos», denunció Nemtsova en una entrevista con este diario en Alemania.

CASTIGOS CRUELES / Formar parte del Estado pero tener ética y denunciar excesos es duramente reprobado y, en ocasiones, castigado con crueldad extrema, según sale a relucir periódicamente en medios extranjeros y locales independientes. Caso de confirmarse la culpabilidad de Moscú, los envenenamientos de exespías rebeldes refugiados en Occidente, como Aleksándr Litvineko y Serguéi Skripal, constituirían el perfecto ejemplo de ello. Pero también pueden hallarse en niveles regionales de la Administración funcionarios críticos condenados al ostracismo social por sus denuncias.

Ese fue el caso de Olga Lee en el 2016. Periodista y diputada en el Parlamento regional de Kursk (oeste), difundió un vídeo con cientos de miles de visitas donde criticaba a Putin y al fiscal general, Yuri Chaika, por no luchar contra la corrupción y mantener en el puesto al fiscal local. La parlamentaria denunció presiones múltiples, incluso una rotura de frenos en su coche y un ataque con arma blanca. Pero su voz sonaba firme al teléfono: «Lo que sucede en Kursk se repite por toda Rusia».

Pertenecer a minorías étnicas o sexuales pone a sus integrantes en situación de debilidad e incluso indefensión ante el Estado, critican las oenegés de derechos humanos. Anatoli -nombre falso-, un homosexual treintañero, se vio envuelto en un accidente con un conductor sin papeles que le pidió no dar parte. A cambio, Anatoli le pidió dinero para los gastos. El responsable del siniestro no cumplió su palabra y le denunció por extorsión. Y cuando la víctima acudió a la policía, los agentes abrieron su móvil, descubriendo aplicaciones de contactos para público gay y le sometieron a vejaciones y mofas. Fue juzgado y ahora solo piensa en emigrar a Occidente.

DESCONFIANZA / El sector de la construcción proporciona pingües ingresos a oligarcas vinculados a las autoridades, pero, como en la película de Zvyagintsev, los ciudadanos desconfían ante eventuales desmanes urbanísticos y se sienten impotentes para frenarlos. Una vecina reaccionaba así a un macroproyecto a tiro de piedra del Kremlin que sigue de cerca para que se ajuste a la ley: «Miro en la web municipal, y veo que constantemente cambian el diseño. No pueden construir más de tres pisos, pero no me fío de la alcaldía».

A diferencia de otras autocracias, en Rusia hay medios de comunicación independientes prestos a denunciar los excesos, pero son incapaces de hacer llegar su mensaje a amplias capas de la población. Mijaíl Zygar, cineasta y fundador de Dozhd, una pequeña televisión, explica por qué: «Muchos potenciales socios o anunciantes no te quieren a su lado si eres independiente».