En el ecuador de las más importantes maniobras emprendidas por el Kremlin desde la Guerra Fría, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, acudió ayer a la región remota de Siberia oriental para presidir junto con el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, un espectacular ejercicio de asalto con aviones de combate, helicópteros, artillería y blindados, y que contó con el apoyo del Ejército de Pekín.

Putin puso énfasis durante su discurso en la incipiente alianza militar con China. Dijo que los dos países son «garantes de la seguridad» en el «espacio euroasiático», al tiempo que confirmó que su Gobierno continuará invirtiendo en sus Fuerzas Armadas. En los ejercicios de ayer tomaron parte 25.000 soldados rusos, 7.000 blindados y tanques y 250 aviones y helicópteros, junto con 3.500 militares chinos que participan en Vostok 2018. En el desfile militar posterior, los blindados con bandera china tuvieron un gran protagonismo.

Era como si el Kremlin quisiera enfatizar la importancia de una alianza militar ruso-china que, de momento, se halla, como mucho, en estado embrionario, y que deberá superar la larga lista de conflictos y la desconfianza que han presidido históricamente las relaciones entre ambos gigantes.