La corrupción está mermando a gran velocidad la confianza de los ciudadanos rusos en sus autoridades, pese a las últimas detenciones de importantes dirigentes en casos de gran impacto en los medios de comunicación. Esta es la conclusión que se desprende de una reciente encuesta realizada por Levada, el único instituto de sondeos independiente de Rusia.

Hace escasamente un mes, el senador Rauf Arashukov fue arrestado de forma teatral en plena sesión parlamentaria del Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento, acusado de crear una organización criminal y de tramar el asesinato de dos oponentes políticos. Su padre, Raul, un alto ejecutivo del gigante gasístico Gazprom, fue también detenido bajo la acusación de malversar 30.000 millones de rublos (unos 400 millones de euros). Ambos pertenecían al partido gubernamental Rusia Unida, habían ocupado u ocupaban en su nombre importantes cargos de representación y poseían buenos contactos con la élite política y económica del país.

Un 68% de los ciudadanos rusos sondeados cree que estos casos demuestran la «degradación del Gobierno», mientras que tan solo el 22% piensa que se trata de «situaciones aisladas» y que el comportamiento ético de sus autoridades es el adecuado.

Cuando se les pregunta acerca de las razones de que semejantes sumarios sean abiertos y vean la luz, los rusos desconfían aún más de los verdaderos motivos. El 31% cree que simplemente obedecen a una pugna interna entre altos funcionarios, un 23% los considera un método para distraer la atención de los problemas reales del país y únicamente la cuarta parte (un 25%) identifica una verdadera voluntad de luchar contra la corrupción. El resto de los sondeados ni siquiera se siente capaz de responder a la pregunta.

A pesar de que la figura del jefe del Estado está siendo cada vez más cuestionada por la ciudadanía, mantiene cifras de popularidad aún elevadas, en torno al 60%.