¿Están acusando la moda y la ficción, dos plataformas que a menudo han naturalizado y espectacularizado las violencias, el efecto del #MeToo? «Que Condé Nast ponga en barbecho a Bruce Weber y Mario Testino no deja de tener su peso -asegura la crítica cultural Begoña Gómez Urzaiz-. Emite la señal de que algunas cosas ya no son aceptables y toca ahí donde más duele: si te comportas así, no hay portadas de Vogue para ti». Para la periodista, ya será una victoria -«pequeña y si se quiere cínica pero también útil»- que el #MeToo sirva para que haya más personas que, cuando se va a lanzar según qué imagen o mensaje, digan: ‘Ojo, esto no, que nos van a crucificar’».

Gómez Urzaiz también augura que, en adelante, veremos a muchos Weinsteins «y muchos (muchas) anti-Weinsteins» en el cine, las series y la literatura. Tan solo en torno al propio productor ya hay tres proyectos de película en marcha. «Es un tema que no puede ignorarse, y eso que siempre ha estado ahí. En el periodismo, por ejemplo, emociona pero sobre todo cabrea cómo vemos ahora con otros ojos historias como las de Monica Lewinsky o Anita Hill».