«Tenemos el objetivo de ganar y cambiar Europa», exclamó ayer el líder de la extrema derecha italiana Matteo Salvini, en la presentación en Milán de la campaña de su partido, la Liga, para las elecciones europeas del próximo 26 de mayo. Salvini, ministro del Interior y vicepresidente del Gobierno italiano, estuvo acompañado de líderes de otras formaciones ultraderechistas europeas, como Joerg Mauthen, de Alternativa para Alemania, Olli Kotro, del Partido de los Verdaderos Finlandeses, y Anders Vistisen, del Partido Popular de Dinamarca.

El político italiano aspira a disuadir a los ultras europeos para que se unan a la denominada «internacional soberanista», una alianza con la que espera asaltar la Eurocámara a través de las urnas el próximo 26 de mayo.

El acto, sin embargo, contó con notables ausencias, como la del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, la francesa Marine Le Pen -con quien Salvini se reunió el viernes en París- y el polaco Jaroslaw Kaczynski, líder del partido Ley y Justicia y verdadero hombre fuerte de Polonia. Tampoco asistió el partido Vox, a pesar de haber sido invitado, según ha informado la prensa local, ni los dirigentes de los principales partidos ultras de Austria, Reino Unido, Suecia o Holanda.

«Están solo los nuevos», dijo Salvini, refiriéndose a los partidos ultras recién llegados a las negociaciones con el líder italiano. En la Liga esperan poder reunir a los ausentes el próximo 18 de mayo en una gran manifestación en clave electoral también en Milán.

MÁS DIVISIÓN

Salvini espera que la alianza ultra se convierta en «la primera formación política europea» que «gane y cambie» la UE, aunque, de hecho, el político italiano parece ser el único que de momento trabaja para ello. «Hoy en esta mesa no hay nostálgicos extremistas, los únicos nostálgicos están en Bruselas», dijo. Lo cierto es que la internacional derechista europea está más dividida que unida, extremo que el propio Salvini reconoce claramente.

«Formamos parte de familias políticas distintas (...), pero lo importante es que estamos alargando las alianzas, estamos trabajando para hacer realidad un nuevo sueño europeo, aunque para algunos de Bruselas sea una pesadilla». Según los analistas económicos italianos, pero también para algunos de los líderes de la misma ultraderecha europea, como los austríacos, existen muchas reticencias a la hora de unirse al proyecto que impulsa Salvini, ministro de un país con la más alta deuda del mundo (después de la de Grecia), que alguien, algún día, deberá de pagar.

La heterogénea ultraderecha que Salvini desea unir está también dividida en temas como la relación con Rusia, que el italiano intenta mejorar tras la sanciones occidentales por la invasión de Crimea. Una posición que choca frontalmente con Orbán. Los ultras suecos, por su parte, han reiterado en numerosas ocasiones que nunca se unirán «a quien es apoyado por Rusia», lo que parece una clara referencia a la Liga de Salvini. Algunos sumarios abiertos en Italia investigan tentativas rusas por influir en el próximo voto italiano. Los únicos temas que parecen unir a los ultras europeos son el de la inmigración -lo que comporta el reforzamiento de las identidades nacionales y el cierre de las fronteras externas de la UE- y la «transformación de la Europa de Maastrich», a la que Salvini y sus posibles aliados identifican con la Europa de las finanzas y los banqueros. Para el ultraderechista italiano el «Tratado de Maastrich defendía el respeto de la identidad, pero fue traicionado por las burocracias europeas».

SEGUNDA FUERZA

Salvini espera que la alianza ultra logre 150 escaños de la Eurocámara y convertir la por ahora desunida internacional derechistas en la segunda fuerza política del Parlamento Europeo, por delante de los socialistas del Partido Socialista Europeo, que cuentan con 144. El primer grupo es el de los Populares (PPE) con 188 escaños. Falta por dilucidar la posición final del partido de Viktor Orban, actualmente en el grupo del Partido Popular Europeo, que no quiere abandonarlo ante la incierta aventura de los ultras.