«La revolución del sentido común». Estas serán, según los dirigentes ultraderechistas de Italia, Matteo Salvini, y de Francia, Marine Le Pen, reunidos en Roma, las elecciones europeas del 2019, que según ellos «constituirán un momento histórico, porque saldrá a la superficie una nueva Europa de las naciones, del respeto y de la protección, contra el mundialismo y la globalización salvaje».

Tras dos horas de coloquio y antes de un almuerzo a solas, el vicepresidente y ministro de Interior de Roma y la líder del Frente Nacional usaron palabras mucho más suaves y seductoras que las que suelen emplear en sus apariciones públicas o en los tuits de fuego de Salvini. «No luchamos contra Europa, sino contra la Unión Europea para Salvar Europa», subrayó Le Pen, ya que, según ellos, «la UE ha pisoteado los valores de la libertad, de la democracia y de la solidaridad». El dirigente italiano añadió que ambos comparten «la misma idea de Europa, de la agricultura, del trabajo, de la lucha contra la inmigración».

Salvini explicó que «la salida del euro no está en la orden del día, porque en la agenda está el respeto de las economías nacionales». Suavizando numerosas salidas de tono anteriores, y añadió que no pensaba «en una Europa sin reglas, sino que invierta en trabajo, en felicidad, no sea esclava del déficit, no ahorre en derechos sociales. Le Pen y yo estamos recogiendo la herencia social de la izquierda que ha traicionado sus valores, defendemos a los débiles que la izquierda ha abandonado», remachó.

Ambos dirigentes confirmaron que están «trabajando para encontrar candidatos comunes europeos». Lo que no es fácil, ya que los partidos soberanistas y de derechas europeos están desperdigados en grupos parlamentarios distintos. A pesar de formar parte de «familias políticas» distintas, Salvini y Le Pen apuntaron claramente que en las elecciones de mayo del 2019 tienen como objetivo darle una vuelta a los equilibrios de Bruselas, modificar los tratados e imponer una lógica nacionalista.

Uno de las cuestiones tratadas fue la inmigración en masa, que según ellos «la UE ha favorecido, creando nuevos esclavos». Precisamente la inmigración calentó en las últimas horas las relaciones entre Alemania e Italia, por las devoluciones de inmigrantes aspirantes al estatus de refugiado que pisaron Europa en suelo italiano y después huyeron hacia el norte de Europa. Los Tratados de Dublín imponen que tengan que esperar el veredicto sobre el asilo en el país de llegada. Sin embargo, tras llegar a Italia, unos 40.000 huyeron a Alemania y otros 15.000 en Francia.

«CERRAREMOS AEROPUERTOS»

En vistas de un año europeo electoral, Alemania, pero sobre todo la región de Baviera, de donde procede el ministro de Interior Horst Seechofer, ha acelerado las devoluciones. Y dos días atrás se filtró desde Berlín de que las mismas se hará con vuelos chárter. Salvini reaccionó de malas maneras «Si alguien en Berlín o Bruselas piensa en descargar decenas de inmigrantes con vuelos chárter no autorizados, que sepa que no habrá ningún aeropuerto disponible, cerraremos los aeropuertos como hemos cerrados los puertos».

La cuestión de los solicitantes de asilo y de los refugiados por razones humanitarias -una forma menor de asilo-- está destinada a agravarse tras la aprobación de parte del Gobierno de Roma de un decreto por el que han disminuido drásticamente la concesión de este estatus.

En el mes de septiembre, los permisos de residencia por razones humanitarias disminuyeron del 26% al 17%. En 2017 las peticiones de asilo fueron 130.000, según datos de Interior, de las que más de la mitad fueron rechazadas. Con el decreto firmado estos días se ha suprimido la existencia misma del permiso de residencia por razones humanitarias.