Mientras más de 400 inmigrantes esperaban en varios barcos situados en el Mediterráneo central poder desembarcar en algún puerto italiano, Matteo Salvini, ministro del Interior de Roma y plenipotenciario del Gobierno populista, viajó a la capital de Libia, Trípoli, con la propuesta de crear centros de internamiento en territorio africano donde se identificaría y clasificaría a los inmigrantes aptos o no para solicitar asilo en Europa. Los que no pasasen la prueba serían devueltos a sus respectivos países.

En Libia, el ultraderechista italiano se entrevistó con el vicepresidente del Consejo presidencial libio, autoridad reconocida por la ONU, Ahmed Maitig, y con el ministro del Interior de dicho Gobierno, Abdulsalam Ashour. Ambos rechazaron la posibilidad de que estos centros se abran dentro de sus fronteras.

A su regreso a Roma, Salvini señaló que los centros deberían de estas en países como Níger, Chad o Mali y que de su organización y financiación deberían de encargarse la UE y la ONU. «Algunos países europeos, entre ellos Francia, han propuesto centros de acogida en Italia, pero nosotros, con otros países europeos, hemos propuesto centros de acogida en el sur de Libia y esperamos que nuestra idea obtenga una mayoría en Europa», afirmó el político italiano.

El problema de Salvini es que al sur de Libia está Níger, donde un numeroso contingente francés vigila las fronteras, junto con un grupo de militares estadounidenses. Francia extrae de Níger el 50% del uranio para sus centrales atómicas, que llevan la electricidad a España e Italia además de a Francia. En la ciudad nigerina de Agadez se distribuyen los tráficos migratorios que a través del desierto llegan a Libia o se desplazan hacia Marruecos y de ahí a España. En este momento se encuentran en la zona 14 militares italianos, avanzadilla logística de un posible contingente de unos 400-500 soldados que deberían de desplazarse desde Italia, pero que ni París ni EEUU ven la operación con buenos ojos.

Salvini había prometido ayudas «técnicas y económicas» para que Trípoli contribuyera al control de los pasillos migratorios, algo que Roma ya venía haciendo desde el pasado gobierno progresista y con acuerdos alcanzados con 40 de las tribus líbias por Marco Minniti, predecesor en el cargo de Salvini.

Mientras Salvini mantiene su promesa de que no llegarán más emigrantes a Italia, la nave mercantil danesa, Alexander Maerks, espera desde el pasado viernes que Italia le asigne un puerto para desembarcar a 113 emigrantes. Se encuentra a tres millas de Pozzalo (Sicilia). El barco acató la orden de la Guardia Costera italiana de rescatar a los africanos a la deriva. Su estancia inactiva frente a Sicilia, cuesta unos 10.000 euros al día, que deberá pagar Italia. «Son seres humanos, no una mercancía, dejadlos desembarcar», pidideron desde la nave.

En una situación similar se encuentra el barco de la oenegé alemana, Mision Lifeline, que se encuentra parada frente a Malta con 240 huídos de África, a la espera de un puerto seguro. El buque, con capacidad para 50 personas no está en condiciones de viajar hasta Barcelona o Valencia, como alguien había sugerido, por lo que el lunes pidió poder desembarcar en un puerto de Francia. Lleva parado cinco días en el mar y para las próximas horas se anuncia mal tiempo.

La política migratoria de Salvini parece haber contribuido a la victoria de la coalición de centro-derecha, formada por La liga y Forza Italia.