Pedro Sánchez endureció el tono contra Nicolás Maduro el pasado martes. Durante un encuentro de la Internacional Socialista en Santo Domingo, primer destino de su viaje latinoamericano, el presidente del Gobierno llamó «tirano» a su homólogo venezolano. Pero ayer en México, el foro era muy distinto: una comparecencia institucional, no de partido, junto al jefe de Estado de este país, Andrés Manuel López Obrador (también conocido como AMLO), el único de los grandes líderes latinoamericanos que no ha reconocido a Juan Guaidó como presidente. Sánchez optó por bajar el tono. En lugar de cargar contra Maduro, abogó por el «diálogo».

Aun así, las diferencias entre España y México quedaron claras. Sánchez pidió «diálogo», pero para celebrar elecciones presidenciales. El líder socialista dio el sábado a Maduro ocho días para convocar los comicios. Si no lo hace -posición que apoyan Francia, Reino Unido y Alemania, entre otros-, Sánchez reconocerá a Guaidó como presidente. El plazo expira el domingo. AMLO no está en eso. El presidente mexicano solo se ofreció como mediador. «No nos corresponde el papel de reconocer a gobiernos. No intervenimos en asuntos de otros países para que otros países no intervengan en nuestra política interna», dijo el mexicano.

«España no quiere poner o quitar gobiernos. Lo que quiere es que, por métodos democráticos, la sociedad venezolana encuentre una salida a la crisis que está viviendo -dijo Sánchez-. Lo que está haciendo España es salvaguardar una posición común en la UE para un diálogo que sirva para celebrar elecciones justas y transparentes». En este punto, Sánchez pasó a la escena nacional, donde la crisis de Venezuela forma casi parte de la política doméstica. «En Europa nos hemos puesto de acuerdo ¿Por qué no es posible en España? Pido a la oposición que seamos conscientes de que la política exterior es de Estado». Poco antes, en el Congreso de los Diputados, se volvió a plasmar la imposibilidad de un consenso entre los partidos españoles. Frente al PP y Ciudadanos, que reclaman al Ejecutivo más dureza, y frente a Podemos, que critica el alineamiento de Sánchez con la oposición antichavista, el ministro de Exteriores, Josep Borrell, defendió una salida «pacífica y democrática» que pasa, continuó, por diferenciarse «claramente» de EEUU.

SOLUCIONES SOBRE LA MESA

«EEUU ha dicho que todas las soluciones están sobre la mesa. Nosotros no. Trabajamos para que no haya una salida militar», dijo Borrell, quien, como Sánchez, dejó claro que España «no está pidiendo un cambio de régimen», porque «no quiere colocar en el Gobierno de Venezuela a unos u a otros, sino que los venezolanos puedan elegir a sus propios representantes». Para el PP y Ciudadanos, el titular de Exteriores cayó en la «equidistancia moral». Para Podemos, se situó en contra de los «principios del derecho internacional», como el de «no injerencia».