Las autoridades de la República Dominicana empezaron a enterrar ayer en fosas comunes a decenas de cadáveres no reclamados, para evitar la propagación de enfermedades. Después de tres días de fuertes lluvias, que han dejado más de 600 muertos en ese país y Haití (ambos comparten la isla La Española), ambos gobiernos hicieron un llamamiento internacional de auxilio.

La zona cero de la riada es el municipio dominicano de Jimaní, en la frontera con Haití. Muchos de los casi 250 muertos que perecieron eran trabajadores ilegales haitianos, por lo que numerosos familiares, temerosos, no han ido a reclamar los cuerpos. Además, el cementerio del pueblo ha quedado totalmente arrasado por la riada y las tumbas están al descubierto. Estas circunstancias han llevado al Gobierno dominicano a utilizar fosas comunes para enterrar a las víctimas.

DESBORDAMIENTO DE MADRUGADA Cruz Roja informó de que el 60% de las viviendas de Jimaní están destrozadas. El desbordamiento del río Silié sorprendió a sus habitantes de madrugada, lo que hace temer a las autoridades que el número de muertos en ese pueblo "puede superar los 800", informa Efe. Algunos cadáveres aparecieron a nueve kilómetros de sus viviendas. "No sé qué hacer", declaró Jude Joseph (30 años) a la agencia Associated Press. Joseph denunció la desaparición de nueve miembros de su familia y explicó que fue al barrio donde vivían y no había encontrado nada en pie.

En Haití, donde el número de muertos supera los 375, la fuerza multinacional presente desde la salida del poder del expresidente Jean- Bertrand Aristide (en febrero) está ayudando a buscar a los cientos de desaparecidos. Hace seis años, en noviembre de 1998, otra tormenta tropical dejó más de 800 muertos.

La UE anunció ayer que enviará dos millones de euros, agua potable, material sanitario y comida. Las ONG españolas destacadas en esos países están participando en las tareas de rescate de cadáveres desde el lunes. El Papa mandó dos telegramas de apoyo a los nuncios en Haití y República Dominicana.