En Francia hay pocos sumarios judiciales sobre escándalos políticos en los que no aparezca el nombre de Nicolas Sarkozy, el primer presidente de la República que será juzgado por corrupción. Sin embargo, sigue siendo una figura incontestable de la derecha francesa, una especie de padrino a quien todo el mundo visita, especialmente en los momentos de crisis profunda como el que ahora atraviesa el partido Los Republicanos.

Por eso, la reciente publicación de Passions, la novena obra del exdirigente francés, ha sido escrutada como los posos del café por si contenía algún mensaje dirigido a los miembros de su familia política. En realidad, el libro no ofrece un diagnóstico del partido gaullista que pugna por sobrevivir, sino un paseo narcisista por las tres décadas previas a su llegada al Elíseo (2007).

A sus 64 años, y retirado de la vida pública desde el batacazo en las primarias del 2016, el expresidente ajusta cuentas con sus antecesores, sus adversarios políticos y sus compañeros de partido. Solo se salva Emmanuel Macron, a quien el único defecto que le encuentra es su juventud.

Si la juventud es útil para conquistar el poder, es una debilidad en el momento de ejercerlo. El presidente Valéry Giscard dEstaing, el presidente Emmanuel Macron y yo mismo nos hemos enfrentado a esa contradicción. Espero que el presidente actual la resuelva mejor que sus predecesores, incluido yo, dice.

CENA CON LOS MACRON

A Sarkozy le impresionó gratamente el detalle que tuvo al invitarle a cenar en el Elíseo poco después de ganar las elecciones y, sobre todo, las palabras de Brigitte Macron, que nunca ha ocultado su simpatía por el dirigente conservador.

Siempre me ha caído usted bien, y no lo lamento, le dijo la primera dama. Sarkozy la considera una mujer admirable. Valoré su compromiso con su marido y la conciencia con la que desempeña su papel, dice en el libro. La cordialidad de los Macron contrasta con la brutalidad que Sarkozy vio en François Hollande durante el tradicional traspaso de poderes en el 2012.

Al verle llegar desde las escalinatas del Elíseo, me di cuenta que no se había puesto todavía el traje de presidente, que seguía siendo el candidato socialista. Aunque no es su costumbre, porque puede ser muy simpático, fue maleducado, especialmente con Carla Bruni, su pareja.

Claro que la peor parte se la lleva Ségolène Royal, la dirigente socialista que le disputó la presidencia. En los días previos al debate del que salió victorioso, sus colaboradores le advirtieron del riesgo que suponía para él la feminidad de Royal.

Es una mujer que sabe usar de maravilla su feminidad. Puede decir sin pestañear cualquier cosa sobre cualquier tema. Afirmar cosas de las que no se cree una palabra. A veces me pregunté si mostraba incompetencia por voluntad política o si, lo que es más probable, no conocía ni entendía los dosieres que abordaba.

SEXISMO INCORREGIBLE

La aludida le respondió enseguida denunciando un sexismo incorregible. Royal no es la única damnificada por el machismo de Sarkozy, quien curiosamente asegura estar a años luz del modelo social de dominación masculina porque siempre se ha rodeado de mujeres con una fuerte personalidad.

De las que han trabajado con él, algunas le han traicionado más y han sido más crueles que los hombres, algo que atribuye a un complejo que las arrastra a querer ser autónomas, a singularizarse o a hacerse las duras para reafirmar su autoridad.Como quieren demostrar demasiado, terminan ridiculizándose, argumenta.

CHIRAC Y MITTERRAND

Entre las 350 páginas del libro, una buena parte está dedicada a su mentor, Jacques Chirac, quizá el expresidente más añorado por los franceses. Sarkozy recuerda su primer encuentro, en 1975. Parecía un actor americano de esas películas inolvidables llenas de héroes que no tenían debilidades, ni miedos, ni defectos. Yo bebía sus palabras.

El joven Sarkozy fascinado por Chirac terminaría traicionándole diez años después, aunque eso no aparece en Passions, que sí incluye una reflexión sobre su personalidad. Estoico, cargado de sangre fría. En el fondo, indiferente a todos. Siempre fue mejor candidato que presidente.

Algo inesperado es que trata con afecto a François Mitterrand al evocar una anécdota ocurrida en Uzbequistán en 1994, dos años antes de la muerte del presidente socialista. Hoy lamento no haberle agradecido bastante su conversación en Samarcanda, en la que demostró humanidad y amabilidad ante el joven lobo ambicioso que era yo entonces. Mitterrand le aconsejó ser tenaz.

"HIRIENTE Y RENCOROSO"

Hay menos condescendencia cuando habla de François Fillon o de Alain Juppé. Con el primero asegura que se equivocó porque parece sereno, ponderado y discreto pero algunas veces puede ser hiriente y rencoroso. Con el segundo simplemente certifica pronto la ruptura.

Las relaciones humanas y la delicadeza de carácter no eran los puntos fuertes de Juppé. Fillon, fallido candidato a las presidenciales en 2017, le ha respondido ironizando sobre el título del libro. La única pasión de Nicolas Sarkozy es Nicolas Sarkozy.