El senado argentino consideró que el aborto debe seguir siendo clandestino y que las mujeres de este país no puedan tener el mismo derecho a la interrupción voluntaria del embarazo que las uruguayas, españolas, francesas, irlandesas o italianas o de una buena parte del mundo. El proyecto que había sido aprobado en junio por la cámara de Diputados fue rechazado por 38 votos contra 31 luego de un debate de casi 17 horas. Dos legisladores se abstuvieron.

Una gigantesca multitud, conocida como “la ola verde”, esperó en las inmediaciones del Congreso, bajo el frío y una impìadosa lluvia lluvia de invierno, que la presión social hiciera sentir el efecto en los senadores indecisos. Pero los grupos “defensores de las dos vidas”, con la Iglesia Católica y los pastores evangelistas a la cabeza, y que también hicieron presencia en el espacio público vestidos de azul celeste, tuvieron una mayor influencia sobre ellos. El senador radical Ernesto Martínez habló de una “secta del incienso” que incitó a los feligreses a hostigar a los congresitas que simpatizaban con el proyecto. De hecho, el senador Pedro Guastavino ha denunciado campañas en su contra: “nos tiraron con crucifijos, quizá sea el mismo sector que cuando nos desaparecían o nos torturaban daba vuelta la cara”.

"Argentina hubiera sido un país un poco más justo", se lamentó el senador peronista Miguel Picheto tras el resultado.“Nos deben el derecho que ganamos en la calle”, señalaron las líderes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito. Se calcula que cada año se realizan unos 500.000 interrupciones clandestinas, la mayoría en condiciones de precariedad. En más de la mitad del país, principalmente en la regiones más pobres y conservadoras, el aborto es la principal causa de mortalidad materna. Y fueron sus legisladores los que en parte inclinaron la balanza a favor del "No". La discusión ha atravesado a la propia sociedad y, de hecho, dividido al mismo Gobierno de derechas. También ha ocasionado fisuras también en el kirchnerismo, la principal fuerza de oposición.

El papel de la iglesia

En silencio y a la distancia, el papa Francisco ha apostado fuerte. Los que lo conocen dicen que le resultaba inaceptable que en su tierra natal sucediera lo mismo que tuvo que atravesar el Vaticano cuando en Italia se aprobó el aborto. En el 2010, cuando era arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, no pudo evitar que el Congreso votara la ley de matrimonio igualitaria, que entonces calificó de demoníaca. Ocho años más tarde, la influencia del episcopado ha sido vital en el desenlace parlamentario.

Los obispos son muy críticos con la política económica neoliberal del macrismo. Pero, en realidad, han atemperado sus críticas con el fin de lograr que las autoridades de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires, donde se concentra el mayor padrón electoral del país, apoyen sus postulados. El alcalde capitalino Horacio Rodríguez Larreta, llegó a decir que consagraba su vida y la del mismo distrito al “Sagrado Corazón de Jesús”. La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, se ha convertido también en portavoz de las aspiraciones del purpurado. “Si la ley no se vota hoy, mañana voy a estar más aliviada”, dijo este miércoles.

“Durante la dictadura, a la Iglesia no le importaban las dos vidas cuando torturaban a las embarazadas en la vagina”, se quejó la nonagenaria Nora Cortiñas, una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo. “Olé olé olá, aborto libre y legal ya / y que los curas se vayan a trabajar/ plata para educación sexual”, cantaron miles de jóvenes frente al Parlamento. Cristina Fernández de Kirchner, que votó a favor de la ley, les pidió que “no se enojen con las religiones ni con los sacerdotes. Sigan construyendo esa fuerza que puede percibir claramente”. Durante su presidencia (2007-2015) se negó a promover una iniciativa como la que rechazó el Senado.“Las miles y miles de chicas me hicieron cambiar de opinión”. A pesar de la derrota, consideró que los cambios son imparables. “Vendrán el año que viene o el otro”.

Cambio cultural

Nada será igual en Argentina. Se ha producido un profundo cambio cultural resumido en uno de los versos de Federico García Lorca: “verde que te quiero verde”. Lo que comenzó con las multitudinarias marchas para denunciar el femicidio y la discriminación de género ha creado las condiciones políticas para reclamar los derechos reproductivos. Según diferentes sondeos, un 70% de las menores de 35 años y un 70% de las mujeres apoyan la despenalización.

La lucha por el movimiento feminista ha despertado la simpatía mundial. Margaret Atwood, la autora de “El Cuento de la Criada (Handmaid's Tale)” se adhirió a la “ola verde”. Para advertir sobre el significado del rechazo a la ley por parte del Senado, un colectivo de actrices marcharon días atrás con la cabeza gacha y en silencio como si fueran parte de la teocracia cristiana que la novela que Atwood sitúa en un Estados Unidos distópico donde las mujeres son esclavas y violadas.

Duro debate

“Las mujeres queremos decidir cuándo somos madres y sobre nuestro cuerpo”, ha dicho durante el debate en la Cámara Alta la kirchnerista Ana Claudia Almirón. “En ese vientre materno hay un prójimo a quien amar”, ha proclamado, por su lado, el senador ultramontano Esteban Bullrich. “No entiendo que empoderemos a la mujer en estas situaciones”, ha expresado sorprendida la senadora Ada Itúrrez. “Hay casos en los que la violación no tiene violencia sobre la mujer”, ha dicho, el peronista de derechas Rodolfo Urtubey. Perplejo, su colega Julio Catalán Magni, ha preguntó a los miembros de la Cámara Alta: “¿Estamos representando lo que la sociedad espera de nosotros?”.