En su primera entrevista a un medio estadounidense desde que se refugió en Rusia hace casi un año, Edward Snowden mostró su deseo de regresar a casa y sugirió que está dispuesto a negociar con el Gobierno estadounidense. El fugitivo más buscado del planeta — o uno de ellos— se definió como “un patriota” que reveló el espionaje masivo de la NSA “para servir a mi país”, pero también añadió que no se entregará a la justicia porque los tres cargos que se le imputan por violar la Ley de Espionaje de 1917 le impedirían defenderse públicamente en un juicio justo porque parte de las pruebas podrían considerarse material clasificado. La emisión íntegra de la entrevista en la NBC se produjo horas después de que el secretario de Estado, John Kerry, le acusara de ser un "traidor" y un "cobarde" y le instara a "dar la cara" regresando a EEUU.

La entrevista ha servido entre otras cosas para saber que Snowden, de 30 años, no fue un administrador de sistemas de bajo rango en el organigrama de la inteligencia, sino que fue formado “como espía, en el sentido tradicional de la palabra” y trabajó en el extranjero de forma encubierta y con nombres falsos para la CIA y la NSA. Su intención, según explicó al periodista Brian Williams, tampoco era recalar en Rusia. Desde su casa de Hawai se marchó a Hong Kong con los documentos robados de la NSA, donde estableció contacto con los periodistas Glen Greenwald y Laura Poitras. “Tenía un vuelo reservado a Cuba, con destino a América Latina, pero no pude proseguir porque el Gobierno de EEUU decidió revocar mi pasaporte y me quedé atrapado en el aeropuerto de Moscú”.

Snowden negó que haya cooperado con las autoridades rusas o que les haya vendido o facilitado los secretos que guardaba en sus ordenadores, como se ha insinuado desde el Congreso de EEUU. Ni siquiera se ha reunido con el presidente Vladimir Putin, según dijo. “El Gobierno ruso no me está pagando. No soy un espía”, afirmó con rotundidad. Y para asegurarse de que, una vez en Moscú, sus anfitriones no se apropiarían de la valiosísima información que portaba, se deshizo de ella antes de llegar. “La forma para hacerlo fue destruir el material que llevaba antes de hacer tránsito en Rusia”. Snowden no ocultó su incomodidad por haber acabado en un país que pisotea los mismos derechos fundamentales por los que ha sacrificado su cómoda vida. “Es realmente frustrante para alguien que ha trabajado tan duro para expandir nuestros derechos y nuestra privacidad acabar en un lugar donde son desafiados de una forma que considero profundamente injusta”. El Kremlin le concedió asilo durante el plazo de un año y está por ver qué hará cuando expire el próximo mes.

Para tener tan solo 30 años, Snowden demostró durante la larga entrevista una extraordinaria seguridad, lucidez y solidez intelectual. Acusó al Gobierno estadounidense de haber “explotado el trauma nacional” de los atentados del 11-S para justificar una serie de programas de espionaje, como la recolección indiscriminada de los datos de las llamadas de los estadounidenses o de sus comunicaciones por internet, “que nunca se ha demostrado que sirvan para hacernos más seguros”. Negó que ninguno de los documentos filtrados haya puesto en peligro la vida de algún estadounidense, en contra de la propaganda oficial, y se presentó como un servidor público.

“A veces, para hacer lo correcto, tienes que violar la ley”, afirmó al presentar sus motivos a los estadounidenses. “Tienes que asegurarte de que el riesgo que asumes no va en detrimento de nadie más. Que no daña a otras personas”. También precisó que antes de filtrar la información a la prensa trató de seguir los cauces que amparan legalmente a los whistleblowers (literalmentente, quien hace sonar el silbato), los funcionarios que denuncian abusos en la Administración. Se quejó por escrito ante sus superiores y el departamento de la NSA dedicado a estos fines sobre la forma en que la agencia estaba interpretando sus competencias legales. “En un lenguaje burocrático, la respuesta más o menos fue: ‘Deberías dejar de hacer estas preguntas’”. La cadena NBC ha confirmado que al menos uno de esos correos electrónicos fue recibido por el organismo de la NSA dedicado a atender las quejas de sus empleados, lo que avala la tesis de aquellos que defienden su condición de 'whistleblower'.