Este domingo Finlandia acude de nuevo a las urnas en unas elecciones que pueden impulsar a los socialdemócratas (SDP). Tras cuatro años de gobierno entre centristas, conservadores y extrema derecha, las encuestas apuntan a que este domingo los de Antti Rinne recuperarán la primera posición electoral, algo que no se da desde 1999. Sin embargo, y con los sondeos bastante ajustados, esa posible victoria se da más por los errores de sus rivales su agenda de austeridad que por propio mérito.

El pasado 8 de marzo el primer ministro, Juha Sipila, presentó su dimisión al fracasar su polémico proyecto de reforma sanitaria, en el que proponía una mayor privatización de los servicios sanitarios del país. Aunque el líder del Partido de Centro aseguró que eso fue lo que le llevó a dar un paso atrás varios analistas han señalado que podría tratarse de una estrategia electoral para encarar mejor la campaña y mejorar el 14,5% pronosticado, lejos del 21,1% obtenido en el 2015. Este domingo se verá si esa presunta táctica obtiene resultados.

Los otros dos partidos del último gobierno apuntan en direcciones opuestas. Así, mientras los conservadores de la Coalición Nacional apuntan a una ligera mejora con un 18,5% de los votos los ultraderechistas de Verdaderos Finlandeses esperan un importante revés. Los estudios demoscópicos señalan que, tras las pugnas internas por el poder y la escisión de varios miembros importantes como su antiguo líder Timo Soini, los xenófobos caerán al 14,2%, la cuarta posición.

PAÍS DE COALICIONES

El partido más votado será el primer encargado de intentar formar gobierno. Sin embargo, la fragmentación política en Finlandia ha llevado a una tradición pactista en la que serán muchas las fuerzas que deberán sentarse a negociar un nuevo ejecutivo, un proceso que puede alargarse varias semanas y coincidir así con las elecciones europeas del próximo 26 de mayo. Sin ir más lejos, en 2011 los conservadores tardaron dos meses en consensuar una coalición con hasta otros cinco partidos.

De obtener el mandato, los socialdemócratas optarían por negociar, muy probablemente, con los verdes y la izquierda, ambos muy críticos con el gobierno. Sin embargo, esa necesidad de llegar a acuerdos entre varias formaciones beneficiaría, a priori, a las fuerzas conservadoras que, contando con la escisión ultraderechista Reforma Azul, seguirían con un mayor número de escaños. La mayoría necesaria es de 101 diputados.

No obstante, el pragmatismo ya practicado en el pasado hace pensar en múltiples combinaciones entre esos partidos para crear un ejecutivo que aguante los próximos cuatro años. La aritmética no tiene por que dar coaliciones con coherencia ideológica, lo que dificultará aún más la formación de gobierno.