"Quédate conmigo. Voy a necesitarte a mi lado". Con esas dos frases, Yasir Arafat le ungió como su guardaespaldas más cercano. Fue en septiembre de 1988 y, durante los 13 años siguientes, Mohamed Daia se convirtió en la sombra del rais. No se separó de él ni un solo día. Durante todo ese tiempo, resultaba raro ver una imagen en televisión del líder palestino sin que, tras él, apareciera Daia escrutando, inquisitivo, alrededor, en busca de algún indicio de peligro.

"Ser su guardaespaldas fue cumplir el sueño de mi vida, la aspiración que tenía desde niño", explica Daia, pistola al cinto y sentado en el salón del apartamento en el que reside en Gaza. El siguió la línea trazada por su padre, Yusuf Daia, que también fue guardaespaldas de Arafat y que murió a su servicio en 1985, en Túnez.

Como un padre

Apartado de su puesto desde finales del 2001 por problemas personales con el jefe de los guardaespaldas del líder palestino, Daia, que ahora tiene 37 años, masca su pena por el estado de salud de Arafat, al que siempre denomina por su nombre de guerra: Abú Amar. "Para mí, era como mi padre", comenta. El presidente palestino le llamaba iabni (hijo), mientras que los miembros de su guardia pretoriana se dirigían a él como Aj (hermano) Abú Amar.

Mohamed Daia califica al presidente palestino como una persona "muy austera". Relata con orgullo cómo, durante los viajes, dormía sentado frente a la puerta de la habitación de Arafat. Era su hombre para todo: "Yo le ayudaba a quitarse el abrigo, le llevaba los documentos y hasta le pelaba las manzanas".

El temor a que alguien intentara envenenarlo hacía que Daia estuviera siempre atento a lo que Arafat comía y bebía. "Si veía --asegura-- que alguien traía una botella de agua que me parecía sospechosa, la cambiaba disimuladamente por una que yo llevaba conmigo. Yo no dejaba que le dieran té o café".

Agenda agotadora

El, mejor que nadie, conoce cómo era un día en la vida de Arafat. "Abú Amar se levantaba a las ocho. Desayunaba y trabajaba hasta las 13.30 horas. Se echaba una siesta y despachaba asuntos hasta las 10 de la noche. Cenaba y seguía trabajando hasta muy entrada la madrugada, cuando había rezado la oración del fayar alba, a las cinco".

Daia estuvo presente en reuniones históricas. Recuerda especialmente las negociaciones en Camp David entre Arafat y el exprimer ministro palestino Ehud Barak, apadrinadas por Bill Clinton. "Abú Amar--relata-- sufrió presiones enormes para firmar aquel acuerdo. Pero resistió".

A Daia le gusta rememorar el encuentro cara a cara de Arafat y Clinton, que le exhortó a firmar un acuerdo de paz que incluía la renuncia a Jerusalén. "Abú Amar le respondió: ´si firmo esto, mi propia gente me matará y usted tendrá que asistir a mi funeral´".

Otro momento tenso fue en la Embajada de EEUU en París, donde en una reunión con la exsecretaria de Estado Madelaine Albright, Arafat creyó que le engañaban. "Se enfadó y se fue. Albright tuvo que ir a pedirle perdón al coche".

De todos los dirigentes israelís, Daia señala que con el que mejor conectó fue con Yitzhak Rabin. "Trataba con respeto a Arafat y era un hombre de palabra". Y sentencia: "Por eso lo mataron".

Mohamed Daia no oculta su miedo a un futuro sin Arafat: "Vamos a perder algo muy importante. El nos une. Sin él, todos van a querer ser líderes". Si se le pregunta a cuál de los actuales políticos palestinos cree que Arafat elegiría como sucesor, el exguardaespaldas dice convencido: "Abú Amar elegiría a Abú Amar".