“Si todos vamos en diferentes direcciones, persiguiendo nuestra propia visión del brexit perfecto, nos arriesgamos a acabar sin brexit alguno». Con esa advertencia a los puristas euroescépticos y un llamamiento a la unidad, la primera ministra británica, Theresa May, clausuró ayer la conferencia del Partido Conservador. Cuatro días tormentosos de disputas irreconciliables entre los tories sobre la salida de la Unión Europea. «Entramos en una fase difícil de las negociaciones, pero si permanecemos unidos y conservamos la calma, podemos obtener un acuerdo satisfactorio para el Reino Unido», señaló May. Durante la hora que duró el discurso, en ningún momento pronunció la palabra Chequers, lo que da margen para pensar que puede estar revisando y quizás recomponiendo su oferta a Bruselas. «El Reino Unido no tiene miedo de dejar la Unión Europea sin acuerdo», recalcó.

May repitió que no pondrá en peligro la unidad nacional. La Unión Europea dejó claro en Salzburgo que deberá revisar su plan, pero el Partido Democrático Unionista (DUP), del que May depende para gobernar en minoría, no aceptará una frontera entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido. En la noche del martes, May tuvo que recibir urgentemente a la líder del DUP, Arlene Foster. Después del encuentro un tuit de Foster dejaba claro cuales eran sus líneas rojas.

AVISO / «El encuentro con la primera ministra acaba de terminar. Una frontera en el Mar de Irlanda no será aceptada nunca por los unionistas de todo el Reino Unido… regulatoria o de otra forma». Foster declaró además a The Daily Telegraph que los suyos trabajarían «con Johnson como primer ministro». A pesar de su fragilidad, el discurso de May fue firme pero mesurado, que inició con un amago de baile al ritmo de Dancing Queen de ABBA. «Creo apasionadamente que tenemos ante nosotros nuestros mejores días, el futuro está lleno de promesas», afirmó tratando de inyectar una nota de esperanza y optimismo, de los que tan necesitados están sus militantes.

El show de Boris Johnson el martes fue el acto que definió la conferencia. «¿Estás del lado de Johnson o el de May?», fue una de las preguntas más escuchadas en los pasillos entre militantes y simpatizantes. La furia contenida de la primera ministra contra el exministro de Exteriores es compartida por otros miembros del Gobierno. Las bromas sobre Johnson no disimulan la hostilidad creciente del Ejecutivo, contra quien, por mucho que les pese, tiene detrás a un gran sector de la militancia y de votantes. May condenó su discurso, «la amargura y la bilis que envenena nuestra política. Y digámoslo claro y alto: los conservadores siempre van a estar a favor de lo que nos une, no de lo que nos divide».

En la agenda doméstica anunció nuevas estrategias para mejorar los tratamientos contra el cáncer, una enfermedad en la que los niveles de enfermos que sobreviven están por debajo del de otros países similares. Además prometió eliminar el límite que impide a las autoridades locales pedir préstamos para construir más viviendas y anunció que una vez concluido el brexit, la era de la austeridad habrá terminado.

«Cuando nos aseguremos para el Reino Unido un buen acuerdo para el brexit, en la próxima revisión de los presupuestos el año próximo vamos a establecer nuestra visión para el futuro. La deuda seguirá bajando, el apoyo a los servicios públicos aumentará porque una década después de la crisis financiera la gente necesita saber que la austeridad ha terminado y el trabajo duro ha merecido la pena».

May presentó el patriotismo de los conservadores como «decente y moderado». La primera ministra atacó repetidamente a los corbynistas que han «capturado» al partido de la oposición. Una formación cuyo antisemitismo es «una tragedia nacional». A su líder, Jeremy Corbyn, le tachó de antipatriota y le reprochó, entre otras cosas, haber participado «en la televisión estatal de Irán, mientras ataca a nuestra prensa libre aquí en el Reino Unido».

PENALIDADES / La amenaza de una posible victoria electoral de los laboristas ha dejado huella en algunos de los debates de la conferencia. «Si no damos respuestas a la creciente injusticia y a las penalidades de la vida diaria de la gente, Corbyn va a llevarse todos los premios», advirtió el diputado Robert Halfon, quien citó a modo de ejemplo el escándalo de los precios y los pésimos servicios de la red de ferrocarril que los laboristas quieren nacionalizar.