Igual que la Roma del imperio, Washington no paga a traidores, ni siquiera a los que le dieron las falsas excusas para invadir Irak. El actual infortunio judicial de los dos Chalabis pone de manifiesto los turbios manejos de los dirigentes impuestos por EEUU y la endémica inestabilidad que padece un país incapaz de salir de la guerra a la que le precipitó la estrategia de dominio mundial de Bush. Ahora, ni matando a Sadr lograría EEUU devolver la normalidad a Irak, pues allí todos saben que el más fiel sicario de la CIA es el propio primer ministro, Alaui, y nadie depondrá las armas ante un títere del imperio.*Periodista.