Uno de los lugares más castigados hoy en Palestina; la ciudad cuya situación las agencias humanitarias califican de "crítica"; la zona en la que el Ejército israelí ha destruido gran parte de las infraestructuras de agua y electricidad; el núcleo urbano que depende totalmente de la ayuda de urgencia (comida y agua) del Creciente Rojo y la ONU. Esta ciudad casi no aparece en los grandes titulares. No es Rafah, no es Naplusa, no es Yenín. Es Beit Janún y sus 38.000 habitantes, escenario desde hace un mes de una operación militar desencadenada con el argumento de evitar el lanzamiento de misiles artesanales Qasam desde el norte de la franja de Gaza hasta territorio israelí.

Beit Janún representa más que ningún otro lugar que el derecho a la defensa, tal como lo practica Israel, se convierte en un castigo colectivo. Los muertos en este mes ascienden a 19. Una veintena de blindados rodean el perímetro urbano y los soldados patrullan la ciudad, que vive un toque de queda oficioso. Los coches no pueden circular y la población sólo se mueve a pie.

Limpieza

Además, las excavadoras militares limpian la zona desde donde se disparan los Qasam, con lo que han arrasado campos de cultivos, invernaderos, edificios y, lo que agrava aún más la situación, los servicios de agua, electricidad y teléfono. Uno de los invernaderos destruidos era un vivero financiado desde hace ocho años por la Agencia Española para la Cooperación Internacional (AECI). La inversión española que se perdió fue de 250.000 euros (41.587.000 pesetas).

"Los militares llegan en cualquier momento y destruyen los campos y las casas". Jamal Zanen tiene 45 años y es un ingeniero agrícola de Beit Janún. Su casa se alza junto a un naranjal que crece al lado de un invernadero destruido en una operación militar como la actual de hace un año. Mientras habla, a sus espaldas, una ambulancia del Creciente Rojo trata de salvar un montículo de arena en la carretera principal.

La ONU y el Creciente Rojo, de cuya comida, agua y atención médica depende totalmente la población, deben coordinar su acceso a la ciudad con los militares. Ambas organizaciones ya han denunciado que los soldados impiden su trabajo. Claman en el desierto. Sirva como dato que Beit Janún sólo cuenta con dos centros de atención primaria. Incluso para un parto es necesaria una ambulancia.

Los Qasam

Desde el punto de vista israelí, Beit Janún es sinónimo de cohetes Qasam. Los Qasam son unos primitivos cohetes artesanales de unos 180 centímetros de largo con un alcance de entre 2 y 20 kilómetros propulsados por una mezcla de azúcar, gasolina, alcohol y fertilizante y que llevan entre 0,5 y 20 kilos de explosivos. El modelo más habitual, el Qasam-2, carga entre 5 y 7 kilos y tiene un alcance de 8 kilómetros.

En marzo del 2002 el primer Qasam alcanzó Israel. Desde entonces, según datos del Gobierno israelí, Ha- más ha lanzado 300 cohetes de este tipo, 70 de los cuales cayeron en Sderot, a dos kilómetros de Beit Janún. Hasta el 28 de junio, los Qasam sólo causaron daños mínimos, ya que carecen de un sistema de dirección: desperfectos en inmuebles y ataques de nervios entre la población.

Pero hace un mes un adulto y un niño murieron en Sderot tras un ataque con estas armas que fueron disparadas desde Beit Janún. Ese día se cumplió uno de las peores pesadillas israelís --que en las ciudades fronterizas con los territorios haya muertos a causa de ataques con cohetes artesanales-- y regresó la tragedia a Beit Janún.

En este mes de asedio, los ataques con Qasam han continuado. "Beit Janún ya lo ha perdido todo. Los milicianos pueden disparar todo lo que quieran", comenta Jamal. Pese a su opinión, algunas voces se alzan tímidamente en la zona pidiendo a Hamás que deje de disparar. El Ministerio de Defensa israelí, por su parte, decidió el pasado viernes "extender las operaciones militares".

Ahmed, el padre de Jamal, pasea junto a los árboles del invernadero destruido. "Cada árbol se llamaba como un niño de la familia", dice con tristeza. "Cuando destruyen un árbol es como si me quitaran parte de mi vida", añade. En Beit Janún quedan ya pocos árboles.