El 1 de junio del 2001, Yelena Nelimov, de 18 años, murió cuando un suicida de Hamás se inmoló en la discoteca Delfinarium de Tel-Aviv. Junto a ella, 20 personas más fueron asesinadas y 120 resultaron heridas. No muy lejos geográficamente, pero a un mundo de distancia, en Gaza vive Abla al Masri, madre de 13 hijos, entre ellos un discapacitado. La sociedad Islamic al Salah le daba cada mes 100 dólares (82 euros, 13.644 pesetas) en ayudas hasta que la Autoridad Nacional Palestina (ANP), presionada por EEUU, congeló las cuentas de la entidad el pasado 28 de agosto por supuestos vínculos con Hamás.

Grupo terrorista o movimiento de resistencia con raíces políticas y sociales. Esta es la dicotomía que siempre aparece al hablar de Hamás, acrónimo de Harakat al Muqawamah al Islamiyya o Movimiento de Resistencia Islámico. Israel no tiene ningún tipo de dudas: Hamás es un grupo terrorista. El resto de distinciones --brazo político, ayuda social...-- sólo oculta, a juicio israelí, la "infraestructura del terror" de un grupo equiparable a Al Qaeda.

Contra la entidad sionista

"Hamás es un movimiento de liberación y de resistencia. La relación con Al Qaeda es falsa", aseguró Musa Abú Marzuk, número dos de la dirección política de Hamás en el exilio, esta semana, en la que fue asesinado el líder espiritual del movimiento, el jeque tetrapléjico Ahmed Yasín. Hamás fue fundada en 1987 por Yasín con el objetivo de destruir "la entidad sionista" y establecer un Estado palestino "desde el Mediterráneo hasta el Jordán, basado en los principios islámicos".

El movimiento está dividido en tres pilares: el brazo político --liderado por Jaled Mechaal en el exilio y Abdelaziz Rantisi en los territorios--, el brazo militar --encabezado por Mohamed Deif-- y las diferentes organizaciones de caridad islámicas vinculadas de forma más o menos abierta con el movimiento y que gestionan escuelas, clínicas y ayudas.

Hamás cuenta con entre 700 y 1.200 militantes en la franja de Gaza y Cisjordania, divididos entre los que luchan contra Israel --los Muyahidines Palestinos, de quienes forman parte el grupo más activo, las Brigadas Ezedin al Qasam-- y la Sección de Seguridad, que persigue a los colaboracionistas y vela por la aplicación de la ley islámica.

El primer ataque de Hamás fue el secuestro y asesinato de un soldado el 18 de febrero de 1989. Hasta febrero de 1994 --cuando el colono Baruch Goldstein asesinó a 29 palestinos en Hebrón-- sus operaciones se centraron en colonos y soldados. Entonces asumió la doctrina del "ojo por ojo, niño por niño" y el 6 de abril atacó por primera vez un autobús. Ocho civiles murieron en Afula.

¿Son estos ataques terrorismo o resistencia contra la ocupación? El defensor del lector de The Washington Post escribió el 21 de septiembre del 2003 que en la medida en que Hamás es un "movimiento nacionalista" que efectúa "trabajo social" los suicidas deben ser calificados como "militantes". Aun así, tras el 11-S los vientos soplan en dirección contraria e incluso intelectuales y políticos palestinos han exigido varias veces el fin de la Intifada armada.

Sin distinción

Israel no distingue entre brazo político, brazo militar y obra social. El Gobierno de Ariel Sharon insiste en que la red de asistencia sólo es una tapadera para financiar el "terrorismo" y, en el caso de algunas organizaciones, ha presentado documentación como prueba. Su labor diplomática logró que EEUU congelara las cuentas de seis organizaciones relacionadas con Hamás y que la Unión Europea introdujera el pasado verano a su brazo armado en la lista de grupos terroristas.

La labor social existe, y sin ninguna duda es muy superior a la de la ANP, lo que convierte a Hamás en su contrincante entre una población palestina desestructurada, castigada y exhausta por la ocupación. Además, su firme posición política, libre de sospechas de corrupción, su llamamiento a resistir a la ocupación frente a la estéril estrategia negociadora de la ANP han convertido a Hamás en un referente.

Según el Washington Institute for Near East Policy, en el 2002 y el 2003 Hamás invirtió en programas sociales entre 49 y 57 millones de euros (entre 8.100 y 9.400 millones de pesetas), dinero que procede de países musulmanes y occidentales, así como de particulares y que se canaliza a través de organizaciones de caridad. La cifra exacta y el número de organizaciones es imposible de conocer, pero el Washington Institute habla de más de 100 instituciones educativas, docenas de clínicas, distribución de material escolar y de medicinas. Hamás da dinero a las víctimas de la Intifada, desde familiares de suicidas hasta personas con el hogar destruido por Israel.

Cuentas descongeladas

Tomando como ejemplo a la Islamic al Salah, esta entidad regentaba dos escuelas para 720 huérfanos, 8 guarderías para 2.000 niños y 4 centros médicos, y destinaba 205.000 euros al mes en ayudas a 3.200 familias como la de Abla al Masri. El pasado día 21, el Tribunal Supremo palestino anuló la congelación de sus cuentas ya que Islami al Salah cumplía la ley.

Hamás admite que sus tres pilares tienen como único objetivo la lucha contra Israel. "Hamás necesita las tres partes para sobrevivir. Si nadie apoya a esas familias necesitadas, tal vez nadie pensaría en el martirio ni en la resistencia", cita al activista islamista Ismail Abú Shanab la organización Human Rigths Watch en un informe sobre los suicidas.

Este dirigente de Hamás fue asesinado el pasado mes de agosto de la misma forma que Yasín. Hamás ha prometido una dura venganza que aumentará su imagen de grupo terrorista en los países de Occidente. Pero en Gaza y Cisjordania, desde el lunes más palestinos creen que la única bandera que les cubre cabeza, corazón y pies es la verde de Hamás.