Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de EEUU ha demostrado en terrenos como la política comercial, la migratoria o la exterior algunas de sus tácticas y estrategias predilectas pero ha evidenciado también sus dilemas y su volatilidad. Ese último elemento es especialmente preocupante cuando el mandatario actúa como comandante en jefe de la mayor potencia militar del mundo. Y es el que precisamente se ha desplegado de forma alarmante en las últimas horas, cuando con la tensión con Teherán avanzando, Trump suspendió en el último momento un ataque militar a Irán en respuesta al derribo de un dron estadounidense.

El mismo jueves, poco después de que se abortara la operación, lo sucedido fue revelado por The New York Times. Ayer Trump explicó en Twitter su versión. Que el Ejército estaba listo para atacar tres objetivos en Irán pero él decidió cancelar la operación 10 minutos antes de la hora prevista para el ataque.

Trump asegura que preguntó cuánta gente moriría y «un general» le dijo que unas 150 personas, lo que le llevó a determinar que «no (sería) proporcional al derribo de un dron no tripulado». En Twitter su mensaje no dejaba claro cuándo recibió la información sobre víctimas pero en una entrevista que se emitirá mañana explica que fue en la última reunión en la que debía dar luz verde a la operación.

«NO TENGO PRISA» / Es cuestionable que en las discusiones con el equipo de seguridad nacional y militar no se hubieran mencionado posibles víctimas hasta momentos antes de una operación de tal envergadura y consecuencia. «No tengo prisa», tuiteó también Trump, que defendió la eficacia de las sanciones impuestas a Irán.

La información oficial pública es escasa y en ocasiones contradictoria. Reuters, por ejemplo, aseguró citando una fuente iraní que Trump había enviado un mensaje a través de Omán (uno de los países actúa como intermediario entre dos naciones sin relaciones diplomáticas) advirtiendo del ataque inminente y realizando una llamada a la negociación. Teherán ha negado esa comunicación.

Sigue también en disputa el episodio del dron derribado. Irán insiste en que estaba en su espacio aéreo y ahora ha añadido también que iba acompañado por otra aeronave, sí tripulada, que se decidió no atacar. Washington, mientras, defiende que el dron sobrevolaba aguas internacionales.

Las pruebas que EEUU ha aportado para tratar de demostrarlo, no obstante, han tardado en llegar más que las publicadas por Irán para defender su versión y, además, contenían algunos errores a la hora de describir la ruta de vuelo del dron. Según The New York Times, las dudas que el Gobierno tiene sobre si violaron el espacio aéreo iraní en algún momento fueron uno de los factores que llevaron a Trump a abortar el ataque.

El jueves, el mandatario, lanzó un mensaje de fuerza que luego matizó al sugerir que el derribo pudo ser obra de «un general o alguien estúpido» en Irán que habría actuado por su cuenta.

El episodio de esta operación abortada tiene varias lecturas. Por una parte, apunta a que Trump sigue frenando el impulso de una respuesta militar a Irán por los halcones de su equipo, como el secretario de Estado, Mike Pompeo; el asesor de seguridad nacional John Bolton y la directora de la CIA, Gina Haspel.

Hay, no obstante, quienes lo ven de otra manera. Como el historiador del Consejo de Seguridad Nacional David Rothkopf, identifican en lo ocurrido una «prueba de indecisión» y alertan de que «la situación sigue siendo muy peligrosa y propensa a una escalada accidental y/o a salirse de control».

Ese temor llevó a la Administración Federal de Aviación de EEUU a prohibir a las aerolíneas comerciales sobrevolar la región, un paso que también decidieron dar otras compañías aéreas, incluso varias europeas.