Estados Unidos no mantendrá sus compromisos con el Acuerdo del Clima de París para reducir las emisiones de gases contaminantes. Después de grandes dosis de suspense, más propias de la coreografía de un programa de telebasura, Donald Trump anunció que su país abandonará el pacto suscrito en el 2015 por 195 naciones para luchar contra el calentamiento global, tal como había prometido durante la campaña.

Con esta decisión, que hace del rechazo a la ciencia una política de Estado, Washington perderá el liderazgo mundial contra el calentamiento global del planeta para ponérselo en bandeja a rivales geopolíticos como China, Europa y la India. EEUU también quedará aislado en la lucha contra el gran desafío de este siglo, al ser junto a Nicaragua y Siria, el único país que ha renunciado a adherirse a los compromisos de París.

Trump resolvió anoche el entuerto que llevaba meses cultivando con una comparecencia en los jardines de la Casa Blanca, el escenario habitual para los grandes pronunciamientos. Desacomplejado y agresivo, lanzó un ataque frontal contra el acuerdo impulsado por su predecesor, presentándolo como un pacto «injusto» y dañino para los intereses económicos de su país. «Para cumplir con mi solemne obligación de proteger a América y sus ciudadanos, EEUU se retirará del Acuerdo del Clima de París, pero iniciará negociaciones para reentrar en el acuerdo o promover uno completamente nuevo que sea justo para EEUU, sus empresas, sus trabajadores», recalcó el republicano.

Sus alternativas tampoco sonaron nada convincentes. «Nos pondremos a negociar y veremos si podemos llegar a un acuerdo que sea justo. Si lo conseguimos, será estupendo; si no, también», añadió.

El contenido de su discurso puso de manifiesto la concepción mercantilista que Trump tiene de las relaciones internacionales y del liderazgo mundial de EEUU, donde lo único que parece importarle es el dinero. Pero también sirvió para sacar a relucir la vena más chovinista del líder estadounidense, quien presentó el acuerdo como una suerte de oscura estratagema para «redistribuir de forma masiva la riqueza de EEUU en otros países». Se refería al Fondo Verde del Clima que acompañó al acuerdo, con el que los países desarrollados se comprometieron a ayudar a los estados más pobres para que inicien la transición hacia las energías renovables. Trump aseguró que la contribución estadounidense (los 3.000 millones prometidos por Barack Obama) cesará inmediatamente.

«El acuerdo tiene menos que ver con el clima y más con otros países que se aprovechan económicamente de EEUU», afirmó el mandatario. Su decisión tiene el apoyo de la mayoría de republicanos, pero choca frontalmente con la opinión de numerosas multinacionales estadounidenses, incluidas varias petroleras como Shell o Exxon Mobile, que quieren que su país siga presidiendo la mesa al abordar el futuro sobre el clima.

La salida del pacto no será inmediata. Tendrán que pasar casi cuatro años para que Washington se desvincule totalmente, tal como establecen los procedimientos acordados hace dos años en la capital francesa.

MIEDO / El miedo de los científicos es que la espantada estadounidense provoque una reacción en cadena o empuje a otros países a relajar los objetivos de reducción de emisiones que acordaron voluntariamente, ya que el pacto no es vinculante. A países como China se les dio más de una década para empezar a reducir las emisiones, lo que ha sido duramente criticado por Trump, pero el gigante asiático está apostando fuerte por las renovables para reemplazar el carbón que asfixia sus ciudades. El 20% de su electricidad sale de ellas, frente al 13% en EEUU. Alemania llegó hace unos meses al 85%.

Trump ya había tullido muchos de los mecanismos aprobados por su predecesor para reducir entre un 26% y un 28% las emisiones contaminantes antes del 2025 respecto al 2005. Entre otras cosas, relajando las restricciones a las eléctricas de carbón o a las emisiones de metano. Pero las organizaciones ecologistas pretenden litigar esas medidas en los tribunales y varios estados han puesto por su cuenta ambiciosos planes para hacer más sostenibles sus economías.

Durante el discurso, Trump desglosó una larga lista de sectores que supuestamente se verían seriamente golpeados por el acuerdo, del que aseguró hubiera destruido millones de empleos. Ese es el credo que abanderan asesores como Steve Bannon o Scott Pruitt, el director de la Agencia de Protección Medioambiental.