De qué sirve tener un Ejército imperial de más 600.000 millones de dólares, la mitad del producto interior bruto de España, si no le da miedo a casi nadie? Donald Trump acabó ayer con esa aparente contradicción al ordenar por sorpresa el primer ataque de Estados Unidos contra el régimen sirio desde el comienzo de la guerra hace más de seis años. 59 misiles Tomahawk se abalanzaron desde Mediterráneo sobre una base aérea siria en respuesta al reciente ataque con armas químicas atribuido al Gobierno de Asad. La operación le sirve a EEUU para reinstaurar su debilitado poder de disuasión y manda un crudo mensaje a sus rivales geopolíticos, desde Corea del Norte a Irán o China. También es una señal de que Washington parece dispuesto a proteger unos mínimos estándares del tambaleante orden internacional que creó hace más de medio siglo.

SIN LA VENIA DE LA ONU / El Pentágono lanzó el ataque sin la aprobación del Congreso ni la venia de las Naciones Unidas, una acción unilateral a la que Rusia respondió de forma iracunda, acusando a la Casa Blanca de causar «un daño significativo» a las relaciones entre ambos países.

El principal aliado del régimen de Asad, cuya entrada en el conflicto fue decisiva para que el curso de la guerra empezara a cambiar a su favor hace dos años, respondió suspendiendo la línea de comunicación que mantenía abierta con el Ejército estadounidense para evitar choques inintencionados en los congestionados cielos de Siria. Ese fue uno de los riesgos que esgrimió la Administración Obama en su día para no atacar al régimen de Damasco y centrar todos sus esfuerzos en el Estado Islámico.

Sin esa profilaxis, los riesgos de la guerra se multiplican. El pretendido acercamiento de Trump al Kremlin voló por los aires. «Asad lanzó el ataque porque pensó que podría zafarse porque Rusia le protege. Eso cambió anoche», dijo la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, durante la tensa reunión mantenida en el Consejo de Seguridad para abordar el asunto.

Una de las grandes preguntas pasa por saber ahora cuáles serán los próximos pasos de EEUU. Porque no está claro si el bombardeo sobre la base de Shayrat, que dejó un mínimo de nueve muertos y del que se informó antes a Rusia, fue un gesto impulsivo de Trump ante la repulsión que le causaron las imágenes de niños y civiles asfixiándose por los efectos del gas sarín, o una decisión estratégica para expandir la campaña militar y poner también en la diana a las fuerzas de Asad.

Tanto el Pentágono como el líder estadounidense dieron a entender que, por el momento, esta ha sido una acción aislada para castigar al régimen por el uso de armas químicas e impedir que vuelva a utilizarlas en el futuro.

«Es vital para la seguridad nacional de EEUU prevenir y frenar el uso de armas químicas letales», dijo Trump poco después de la operación.

TRUMP APELA AL APOYO ALIADO / Pero el neoyorkino, que estaba reunido en Mar-a-Lago con el presidente chino Xi Jingpin, también insinuó que está dispuesto a hacer más tras los fracasos reiterados para cambiar el comportamiento de Asad. Trump llamó «a las naciones civilizadas» a unirse a su país «para acabar con la carnicería y el derramamiento de sangre en Siria». Algo parecido diho Haley: «EEUU dio un paso muy comedido, pero estamos dispuestos a hacer más». En la práctica, la pistola estadounidense crea algunas oportunidades, al aumentar las bazas de Washington para forzar la negociación política e incentivar una solución tras transmitir al régimen sirio y sus aliados que la carta blanca para sus tropelías es ya historia. Pero como advirtió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, también comporta un riesgo explosivo de escalada militar en la región. No solo en Siria, también en Irak donde las milicias chiís (aliadas de Irán) que combaten ahora contra los yihadistas, podrían redirigir su atención hacia los soldados estadounidenses.

El Congreso cerró filas en torno a la Administración Trump, aunque los demócratas le exigieron que consulte sus planes con las Cámaras y busque su autorización si quiere expandir la guerra, como requiere la Constitución. Pocos saben, sin embargo, qué pretende la Casa Blanca. En menos de 48 horas su secretario de Estado ha pasado de decir que el futuro de Asad lo decidirán los sirios a sugerir que hay planes en marcha para derrocarlo.