El mundo es un poco más inestable desde ayer. Donald Trump anunció la ruptura del acuerdo nuclear con Irán, una decisión que llevaba mucho tiempo telegrafiándose pese a los intentos europeos de preservar el pacto. El presidente de Estados Unidos aseguró que su país reimpondrá las sanciones contra Teherán, una medida que sirve formalmente para acabar con la adhesión al pacto firmado en el 2015 entre Irán y las grandes potencias mundiales tras un largo tira y afloja salpicado de amenazas de guerra. Por más que fuera esperada, la espantada de Trump supone un nuevo golpe al multilateralismo, ahonda la brecha con sus aliados europeos y reaviva la posibilidad de un conflicto directo en Oriente Próximo. El criterio de los halcones en Washington ha acabado imponiéndose.

De nada han servido las gestiones europeas de las últimas semanas ni las conclusiones de los inspectores de Naciones Unidas, que insisten en que Irán ha cumplido escrupulosamente su parte del pacto, que sirvió para restringir el programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales. «Está claro para mí que no podemos prevenir la bomba nuclear iraní bajo la estructura decadente y podrida del acuerdo actual», dijo Trump en un discurso desde la Casa Blanca en el que acusó a la teocracia iraní de ser un «régimen asesino» y «terrorista». «Estados Unidos ya no hace amenazas vacías. Cuando hago promesas las cumplo», apostilló.

Como ya hizo con el Acuerdo del Clima de París o el tratado Transpacífico de Libre Comercio, Trump prefiere ir por libre, una senda que aleja a EE UU del liderazgo en los foros internacionales y marca una vuelta al peligroso unilateralismo de la Administración Bush. También abre la puerta para que Irán dé por muerto el acuerdo y decida reanudar el proyecto secreto para desarrollar armas atómicas, las mismas que tienen algunos de sus vecinos (Israel, India y Pakistán). Es lo que quieren los sectores más duros en Teherán, que ven en las armas atómicas el único seguro de vida contra el cambio de régimen que los halcones en Washington, Tel Aviv y Riad sueñan con forzar.

VUELVEN LAS SANCIONES / El tono del discurso de Trump fue extraordinariamente beligerante y sombrío, por más que no cerrara la puerta a una hipotética renegociación del acuerdo, toda una quimera en estos momentos. «No permitiremos que Irán amenace con destruir las ciudades de EEUU», llegó a decir como si fuera un escenario factible. O que Iran apoya a Al Qaeda, cuando son enemigos encarnizados. Lo más probable, sin embargo, es que suceda lo contrario, es decir, que las sanciones vuelvan a hundir la economía iraní. La Casa Blanca anunció que se reimpondrán las sanciones sobre «sectores críticos» como la energía, el petroquímico y el financiero, medidas que entrarán en vigor en un plazo entre 90 y 180 días. Trump también dejó claro que se castigará a las compañías extranjeras que quieran seguir haciendo negocios con el país asiático. «Si el régimen continúa con sus aspiraciones nucleares, tendrá mayores problemas de los que nunca ha tenido», dijo como amenaza.

La decisión del líder estadounidense es una gran victoria para Israel y Arabia Saudí, dos países que ven amenazada su hegemonía en Oriente Próximo por la ascendencia iraní y llevan años presionando para que se rompa el acuerdo. Ambos quieren ajustar cuentas con Teherán, que ha aprovechado el caos de la invasión estadounidense en Irak para ganar influencia en la región.

El nuevo escenario está llamado también a acelerar la carrera armamentística en la región, como advirtió el exsecretario de Estado estadounidense, John Kerry, que negoció el acuerdo con Barack Obama en la Casa Blanca.