«Buscad donde indica el ángel». Y allí buscarán hoy. Estarán presentes los albañiles, los fiscales vaticanos, los gendarmes del Papa, los servicios secretos del Estado Pontificio, peritos y abogados de las partes. El lugar es un pequeño cementerio germanófilo situado en el interior del Vaticano y las manos del ángel de mármol sostienen un cartel con un escrito «Descanse en paz», indicando hacia sus pies.

Será la tercera vez, que se sepa, que se abre una tumba para buscar los restos de Emanuela Orlandi. Tenía 15 años cuando desapareció en pleno centro de Roma. Era el 22 de junio de 1983 y salía de una escuela de música junto a Piazza Navona. Emanuela era hija de María y Ettore, un funcionario del Vaticano. En los 36 años transcurridos de la desaparición, se han revelado más pistas para explicar el secuestro de Emanuela que todas las novelas de Dan Brown juntas. Para Pietro Orlandi, hermano de la desaparecida, el escrito anónimo indicando el ángel significa una cosa: «Que en el Vaticano existen personas informadas sobre la posibilidad de que los restos de mi hermana puedan estar escondidos allí». Un anónimo llamó en una ocasión a la RAI y dijo: «Si queréis saber más sobre Emanuela Orlandi, echad una ojeada en la tumba de de Pedis». Sabrina Minardi, amante de de Pedis, había declarado ante el magistrado que su pareja secuestró materialmente a la chica. Renato de Pedis era el cabecilla de la Banda de la Magliana. Murió acribillado en febrero de 1990 y enterrado en la basílica de Sant’Apollinare. Además de ser un criminal, de Pedis era también un gran benefactor de aquella iglesia-colegio, de donde habían salido varios Papas y teólogos ilustres. El resultado de abrir la tumba fue negativo. De Emanuela, ni rastro. Un telefonista del Vaticano, Matteo Fassoni Acceti, declaró ante la justicia por voluntad propia.

«El secuestro de la chica fue organizado por el núcleo de inteligencia [servicios secretos] del que yo formaba parte para ejercer presiones sobre la Santa Sede». Según sus declaraciones, el caso tenía que ver con el atentado contra Juan Pablo II (1981). Tras el secuestro de Orlandi, los telefonistas-intermediarios, que fueron más de uno, solicitaron al Vaticano una línea protegida y un código de identificación, el 158 (5 por mayo y 81 por el año del atentado al Papa, según interpretaron los especialistas). Al otro lado de las llamadas de los secuestradores estaba Agostino Casaroli, el Secretario de Estado en persona. Las 16 conversaciones fueron grabadas y Pietro Orlandi pide ahora a Francisco que las haga públicas. La magistratura italiana no ha podido escucharlas nunca.

Ali Agca disparó contra el Papa el día 13 de mayo de 1981, en la plaza de San Pedro. Fueron inculpados los servicios secretos búlgaros. Mientras cumplía prisión en Roma, Agca fue llevado a la comisaría central y le dieron tiempo para que declarase en público que sabía dónde estaba Emanuela. Según Matteo Fassoni, el precio a pagar por el «intercambio de prisioneros» habría sido que Agca exculpase a los búlgaros del atentado papal.