La integración de Turquía supondrá un desafío político y económico colosal para la Unión Europea (UE), que ni siquiera ha empezado a digerir la reciente incorporación de los países del Este. Sin embargo, la culminación con éxito de este reto sin precedentes consolidará a la UE como un referente político mundial de primer orden y como una potencia internacional decisiva.

Turquía, con 70 millones de habitantes y una renta equivalente al 28% de la UE ampliada, plantea en primer lugar un reto financiero y presupuestario para España y los otros 12 países más desarrollados de la Unión Europea.

AYUDAS NETAS En base a las actuales políticas agrícolas y de cohesión, Turquía recibiría en total en el 2025 (al concluirse los periodos transitorios) una ayuda neta anual de la UE de 33.500 millones de euros, a precios del 2004, según un análisis de la Comisión Europea. Esa cifra equivale al 0,17% del producto interior bruto (PIB) de los actuales 25 estados de la UE y supone un tercio del actual presupuesto comunitario.

La adaptación de las cuentas europeas a partir del 2007 a la nueva realidad de la UE ampliada, que en esas fechas tendrá 27 miembros tras la incorporación de Bulgaria y Rumanía, está provocando una agria batalla de difícil solución al negarse los países ricos a incrementar sus contribuciones anuales para financiar el coste de la ampliación.

ESPAÑA CONTRIBUYENTE Las negociaciones de adhesión de Turquía, según acordó el Consejo Europeo, sólo podrán concluirse después de que los futuros Veintisiete pacten el siguiente marco presupuestario 2014-2020, que aún será más problemático. España, en ese momento, formará parte de los contribuyentes netos y deberá incrementar su aportación para financiar la adhesión turca. Para amortiguar esos costes, comienza a estudiarse la posibilidad de recortar la política agraria y de limitar el importe de ayudas de cohesión que puede recibir un país.

En el ámbito político, la adhesión turca también plantea un enorme reto que puede desequilibrar el reparto de poder en las instituciones europeas. En el 2015, el país tendrá tantos habitantes como Alemania y en el 2025, con 89 millones de personas, será el país más poblado de la UE. Esto conferirá a Turquía el mayor número de escaños en el Parlamento Europeo y una gran capacidad de bloqueo en el Consejo de Ministros. Por ello, algunos dirigentes políticos opuestos a la adhesión de Turquía afirman que antes habrá que reformar el sistema de voto previsto en la Constitución europea.

Las disparidades socioculturales, las diferencias de talante político y el peso relativo que alcance en el país el integrismo islámico serán obstáculos adicionales en unas negociaciones que durarán al menos 10 años. Además, la apertura de las puertas de la Unión Europea a Turquía intensificará las presiones para admitir como candidatos a otros países periféricos, como Ucrania. El inicio de negociaciones en marzo con Croacia y en el futuro con otros países balcánicos someterá a la UE a un proceso continuado de expansión, que requerirá reforzar la consolidación política interna para mantener la cohesión de la Unión.