Cuando Jemal Jashoggi entró en el consulado saudí de Estambul, un grupo de siete hombres le dio la bienvenida. Estaban ahí desde no hacía mucho: habían aterrizado tan solo 10 horas antes procedentes de Riad y hacía solo 30 minutos que estaban dentro del consulado. No se quedarían mucho tiempo. Según las investigaciones policiales turcas, estos siete hombres, dos horas después de encontrarse con Jashoggi, salieron del recinto consular con dos coches. A uno se le perdió la pista; el otro fue en dirección a la residencia del cónsul saudí en Estambul, donde pasaría lo que quedaba de día.

A media tarde, otro avión procedente de Riad también aterrizó en Estambul. En él viajaban otros ocho hombres. Una hora y media después, todos, los 15, despegarían de allí. De Jashoggi nunca más se sabría: sigue desaparecido desde el martes de la semana pasada, el día en que ocurrieron estos hechos. La investigación avanza, pero, a partir de este punto, se pierde la pista de las pruebas. Nadie sabe qué pasó durante esas dos horas en el consulado y esas cuatro en la casa del cónsul saudí. Riad dice que el periodista salió del consulado por su propio pie minutos después de entrar.

Pero Turquía, que ha prometido llegar hasta el final en la investigación, lo niega en rotundo. Los turcos tienen sus propias hipótesis: creen que Jashoggi fue asesinado dentro del mismo recinto. El periódico Sabah, el más cercano al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan y el que, por lo tanto, está recibiendo la mayoría de filtraciones policiales, asegura que uno de los 15 saudís que viajaron a Estambul era médico forense. Todos han sido identificados y el periódico les apoda como el ‘escuadrón asesino’. Este diario, además, asegura que aquel 2 de octubre el personal de servicio de la residencia del cónsul saudí en Estambul tuvo el día libre.

Las autoridades saudís lo sabían. Sabían que Jashoggi, que vive desde hace un año autoexiliado en EEUU, iría aquel martes a hacer unos trámites burocráticos en el consulado. Y lo sabían porque el jueves anterior, el periodista ya había ido a reclamar unos papeles. Le dijeron que no los tenían: que volviese el martes y que entonces los podría recoger. Nunca más se supo.

«La inteligencia estadounidense había interceptado comunicaciones de oficiales saudís en las que se les oía discutir una estrategia para capturarlo», publicó ayer The Washington Post, donde Jashoggi colaboraba como columnista habitual.

El periodista saudí también se lo temía. «No creo que nunca pueda volver a casa. Cuando oí sobre la detención de un amigo que no había hecho nada para ser detenido, eso me hizo sentir que no debía volver», había dicho el periodista en una entrevista a la BBC tan solo tres días antes de desaparecer. Por esto, porque tenía miedo de ser arrestado, se escapó de Arabia Saudí con destino a Washington. Desde hace un año vivía entre esa ciudad y Estambul, de donde es su pareja y con la que se iba a casar: al consulado saudí fue a buscar unos documentos para hacerlo.

La presión para que los países occidentales aliados de Arabia Saudí hagan algo aumenta. El presidente estadounidense, Donald Trump, uno de los mayores aliados del rey saudí, Salmán Bin Abdulaziz, ha dicho que sigue lo que está ocurriendo. EEUU ofreció ayer la asistencia del FBI en las investigaciones. Por su parte, ONU y UE expresaron su consternación y pidieron que se esclarezca rápido lo ocurrido.