Ucrania celebra hoy unas elecciones presidenciales cruciales. En juego está no solo la jefatura del Estado sino también la legitimación del Gobierno de Arseni Yatseniuk, surgido de las revueltas del Maidán, en un país asomado al abismo de la guerra civil.

Según el último censo, 35 millones de ucranianos están llamados a votar. Pero nadie sabe con certeza cuántos podrán hacerlo, una vez que Ucrania ha sido despojada de Crimea y con los secesionistas armados que se enfrentan a las tropas de Kiev controlando al menos la mitad de los colegios electorales del este. Estos reiteraron ayer que impedirán que los cinco millones de electores de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk -que también ayer proclamaron su unificación bajo el nombre de Novorossia (Nueva Rusia)- elijan al próximo presidente ucraniano. Algo que pondrá en entredicho la legitimidad de este.

ESTRECHO MARGEN / Las últimas encuestas otorgaban la victoria al empresario Petro Poroshenko por escaso margen, seguido de la exprimera ministra Yulia Timoschenko, Serhiy Tigipko y Mijailo Dobkin. Hay que superar el 50%, por lo que nadie descarta que sea necesaria una segunda vuelta, «Eso perpetuaría una situación de inestabilidad política en un momento en el que la integridad territorial de Ucrania está en peligro», explica Yuriy Yakymenko, politólogo del Centro Razumkov de Kiev.

Mientras, Rusia sigue enviando mensajes ambiguos. Su presidente, Vladimir Putin, negaba ayer tener intención de «restablecer el Imperio» ni interés alguno en «desatar una nueva guerra fría».

La incertidumbre por los resultados y el conflicto bélico marcan así estas elecciones, que se celebran sin que el Gobierno haya logrado que el Parlamento -donde cuenta con el apoyo de unos 250 diputados de 450- apruebe reformas de relevancia para acabar con las plagas del país, como la corrupción. Ni la recuperación del status especial de la lengua rusa, como pedía el este antes de que estallara la confrontación.

Además, el país está en respiración asistida del Fondo Monetario Internacional (FMI), que le ha concedido un préstamo de 17.000 millones de dólares (poco menos de 12.500 millones de euros) a cambio de medidas de austeridad. Así las cosas, muchos ucranianos no votarán por su candidato favorito, «sino por el menos malo», explica Oksana Alekseienko, una publicista de Kiev.