Hace tiempo que nadie pone la mano en el fuego por que Theresa May consiga sacar adelante el acuerdo de divorcio entre la Unión Europea y el Reino Unido. En diciembre, la primera ministra británica se vio obligada a retrasar la votación por falta de apoyos. Un mes después, la incertidumbre sigue siendo total y lo único claro es que la pelota seguirá hoy en terreno británico. La UE espera que May evite in extremis que el resultado de año y medio de negociaciones -un acuerdo de retirada y una declaración política sobre la futura relación- termine en la papelera.

«No perdemos la esperanza de un voto positivo», porque «una salida caótica de la UE supondría mayores desventajas de las que ya tiene el brexit», aseguró ayer el ministro alemán Heiko Maas. «Aunque el resultado de la votación sea contrario al acuerdo y aunque en las próximas semanas y meses sean difíciles, espero que consigamos mantener en el futuro la unidad de los Estados miembros», añadió el primer ministro austríaco, Sebastian Kurz.

La carta remitida el lunes por los presidentes de la Comisión y del Consejo Europeo, Jean-Claude Juncker y Donald Tusk, reitera que la UE ha llegado al límite. Los Veintisiete pueden aclarar las veces que haga falta que el mecanismo de salvaguarda para evitar el regreso de una frontera física a la isla de Irlanda no ha sido creado para ser utilizado, pero esta red de emergencia no puede quedar acotada en el tiempo, como pretenden los partidarios de un brexit duro, porque iría en contra de un pacto acordado.

Las opciones que se abren son, por tanto, limitadas, pero es Theresa May quien tendrá que presentar un plan b en un plazo de tres días si este lunes su escenario ideal -el acuerdo negociado con la UE-- choca contra el muro de Westminster. «Son el Parlamento británico y el Gobierno británico quienes deben tener un plan alternativo. Nosotros ya hemos hecho todo lo que podíamos», volvió a insistir ayer la ministra de Asuntos Europeos de Francia, Nathalie Loisseau.

APLAZAMIENTO UNÁNIME

El problema se llama calendario. El 29 de marzo a las 23 horas el Reino Unido se convertirá en un país tercero y, si no hay un acuerdo validado para entonces, el Reino Unido saldrá de forma caótica del club. Para evitar esa eventualidad, que se traduciría en problemas de abastecimiento, largas colas de camiones en Dover y mucha incertidumbre económica, May podría retrasar el reloj y pedir más tiempo a sus socios europeos para buscar una solución. Si llegara una petición para aplazar la aplicación del artículo 50, los Veintisiete tendrían que validar la demanda por unanimidad.

Según fuentes diplomáticas, una extensión así no se toparía con demasiadas dificultades siempre y cuando fuera temporal -para unos meses- y con un objetivo concreto. «Dar más tiempo al Reino Unido no va a cambiar la realidad. Más tiempo para un referéndum, sí; para nuevas elecciones, sí; para cambiar de opinión, no», avisó el eurodiputado y copresidente de los Verdes, Philippe Lamberts. El presidente de la UE, Donald Tusk, consultó anoche con diferentes capitales europeas.

Se da la paradoja de que si el Reino Unido permanece en la Unión Europea más allá de julio tendrán derecho a participar en las elecciones a la Eurocámara del próximo mes de mayo, e incluso se deberá de modificar el reparto de escaños entre los países, tal y como se establece en el tratado. Esta situación podría provocar después la salida de los europarlamentarios ingleses, una vez que abandonen definitivamente la UE, pudiendo cambiar los equilibrios políticos.