La fecha de salida del Reino Unido de la Unión Europea, prevista para el 29 de marzo, está a la vuelta de la esquina y los dirigentes europeos siguen sin ver señales en Westminster de un posible acuerdo que ahuyente un brexit caótico del horizonte. Ante este escenario, el presidente de la UE, Donald Tusk, dijo ayer alto y claro lo que muchos de sus colegas piensan: que la solución más «sensata» dada la situación es que la primera ministra británica, Theresa May, pida un aplazamiento.

«Cuanto menos tiempo quede para el 29 de marzo, mayor probabilidad de una extensión. Es un hecho objetivo, no nuestra intención ni nuestro plan, sino un hecho», agregó Tusk tras la cumbre celebrada entre la UE y la Liga Árabe en la localidad egipcia de Sharm El-Sheikh. Dadas las circunstancias, «una extensión sería una solución racional» pero «la primera ministra May cree todavía que es capaz de evitar este escenario», añadió el dirigente polaco.

A juicio de Tusk, que se reunió el domingo con May para abordar entre otras cuestiones los pasos legales y procedimentales a dar en caso de posponer la salida, está «absolutamente claro» que no hay una mayoría en la Cámara de los Comunes a un acuerdo alternativo por lo que solo ve posibles dos opciones: un brexit caótico o una prórroga. El artículo 50 del Tratado, que establece un plazo de dos años para negociar el divorcio, permite retrasar el plazo que empezó a contar el 29 de marzo de 2017. Pero para ello tendrán que cumplirse dos requisitos. En primer lugar, que haya una petición expresa del Reino Unido que responda a un plan u objetivo concreto. Y, segundo, que los 27 Estados miembros den vía libre por unanimidad. El hecho de que May haya decidido apurar al máximo y retrasar hasta el 12 de marzo el voto final del acuerdo en el Parlamento británico complica todavía más los plazos y empieza a generar tensiones entre los dirigentes europeos. «Estamos andando como sonámbulos hacia un escenario sin acuerdo. Es inaceptable y tus mejores amigos deben advertírtelo», reprochó el primer ministro holandés, Mark Rutte, pidiendo a May que cierre de una vez un acuerdo. En Bruselas, de momento, se niegan a contemplar públicamente la opción del aplazamiento. «Es pura especulación. Una extensión primero requiere una petición y después una decisión unánime de los 27. No ha ocurrido nada de esto. El Reino Unido nos ha notificado que se marchan el 29 de marzo y esta es la hipótesis de trabajo», zanjó Mina Andreeva, portavoz del Ejecutivo europeo.

La presión, según se acerca la fecha, aumenta. Tusk ha asegurado que los 27 serán «comprensivos» y responderán «con buena voluntad», pero el hartazgo hace tiempo que ha hecho mella y no todas las capitales miran con el mismo entusiasmo a un posible aplazamiento. «Si el Reino Unido pide el aplazamiento preguntaremos para qué porque no queremos seguir dando vueltas al mismo círculo durante los próximos meses», alertó Rutte. Y lo mismo piensa España. «Prorrogar por prorrogar de una manera indefinida que cronifique y estemos colgados del brexit durante más tiempo tampoco es la solución», dijo el ministro de Exteriores, Josep Borrell. Irlanda tiene claro que o hay acuerdo para finales de marzo o habrá aplazamiento y no se opondrán. La pelota de todas formas sigue en Londres aunque hoy volverán a verse las caras en Bruselas los equipos negociadores liderados por el francés Michel Barnier y el británico Steve Barclay.

HARTAZGO EUROPEO

Según dijo ayer el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que también tuvo una reunión «constructiva» con May, desde que desbloquearan las conversaciones hace tres semanas han conseguido «buenos progresos». Sobre la mesa están los tres elementos que pactaron May y Juncker el 20 de febrero: nuevas garantías sobre el mecanismo de salvaguarda para evitar una frontera física en Irlanda, posibles alternativas para reemplazar el polémico mecanismo en el futuro y los términos de la declaración política sobre las futuras relaciones. El objetivo es lograr una solución el 21 de marzo.