El propio primer ministro, Manuel Valls, lo calificó de «seísmo» para Francia y Europa. Con cerca del 25% de los votos, el Frente Nacional (FN), la ultraderecha de Marine Le Pen, ganó de calle las europeas situándose por primera vez en cabeza en unas elecciones nacionales, según los sondeos. Un espectacular avance -en el 2009 obtuvo el 6%- que podría permitir al partido antieuropeo, que defiende la salida del euro, la obtención de un grupo propio en la Eurocámara. Para ello se requieren 25 escaños, que sumaría junto con populistas de extrema derecha de otros países.

El voto de castigo de los franceses -la participación fue del 43%- no solo se llevó por delante a los socialistas del presidente François Hollande, que con un 14,1% de los votos (16% en el 2009) obtuvo el peor resultado de su historia en unas europeas, sino también a la derecha. La Unión por un Movimiento Popular (UMP) obtuvo un 20,6%, frente al 27,8% del 2009. Con un 9,8% de los votos, los socios ecologistas del Gobierno también retrocedieron en relación al 16% que lograron en el 2009. Los centristas de la UDI se mantuvieron con un 10,4% mientras que los otros euroescépticos, el Frente de Izquierdas de Jean Luc Melenchon, se quedó con el 6%.

El FN celebró «un resultado histórico», que se atribuye al malestar de los ciudadanos debido a la crisis, a la política de ajustes del Gobierno y a la incapacidad de la derecha -dividida y con problemas con la justicia- de encarnar la alternativa. Un resultado que fragiliza el proyecto de construcción europea -Francia y Alemania son los dos grandes países fundadores de la UE- y sacó de nuevo a la superficie el euroescepticismo expresado en el 2005 con el rechazo a la Constitución.

El triunfo de la extrema derecha se produjo tras una campaña anodina, en la que los grandes partidos optaron por un perfil bajo y con escaso entusiasmo europeo en un vano intento de paliar la sanción de los ciudadanos. Una vez acusado el golpe, Valls juzgó el resultado «grave, muy grave para Francia y para Europa». A su juicio, los ciudadanos han expresado su «cólera» y una «crisis de confianza» frente a una Europa «juzgada demasiado ajena». «Europa ha decepcionado, necesitamos una Europa más fuerte, solidaria, generosa», dijo en un llamamiento a mostrar «coraje» junto al Gobierno para realizar los ajustes y reformas necesarios a fin de devolver la competitividad al país. «Francia no es el rechazo del otro, esta no es nuestra imagen», lamentó en alusión a la xenofobia del FN.

Disolución del Parlamento

Marine Le Pen utilizó un tono muy diferente. «El pueblo soberano ha hablado, alto y claro. Ha clamado que quiere retomar las riendas de su destino. No quiere ser dirigido desde fuera, ni obedecer a comisarios que no se someten al sufragio universal», declaró triunfante. «La lucha por la grandeza de Francia debe reunirnos a partir de ahora» dijo Le Pen, quien reclamó al presidente la disolución de un Parlamento que no considera representativo. El sistema mayoritario favorece a los grandes partidos, por lo que el FN cuenta con dos únicos diputados pese a que en las presidenciales del 2012 obtuvo el 18% de los votos.

Por su lado, la UMP culpó a Hollande de la subida de la ultraderecha. «Esta elección muestra la gigantesca cólera de los franceses ante el fracaso del Gobierno», declaró su demudado presidente, Jean-François Copé, quien subrayó «la imagen negativa» dada por Francia, ya que en otros países, como Holanda o Bélgica, el populismo no se ha disparado.