Al menos cuatro ciudadanos rusos y posiblemente «varias decenas más» murieron el 7 de febrero en un bombardeo estadounidense en Siria. El ataque, en la provincia de Deir Ezzor, iba dirigido contra tropas leales a Al Asad. Según dijo entonces el Pentágono, soldados leales a Damasco atacaron posiciones de los aliados estadounidenses, las Fuerzas Democráticas de Siria. Como respuesta, EEUU bombardeó a sus rivales, causando un centenar de muertos.

La historia, sin embargo, dio ayer un vuelco. The New York Times, citando a ciudadanos rusos en la región, además de grupos paramilitares del país, aseguró que «decenas de rusos» perecieron en el ataque. «Fue una escaramuza. Hubo bajas muy importantes», afirmó al diario estadounidense Aleksandr Ionov, empresario ruso que trabaja en Siria «en el negocio de la seguridad».

El Kremlin, que desde el 2016 anuncia que se está retirando de Siria, ha dicho que en sus filas no hay ningún muerto. «Nosotros solo barajamos información que se refiere a nuestros soldados. No tenemos ninguna sobre lo que hacen otros rusos que podrían estar en Siria», dijo el portavoz de Putin, Dimitri Peskov.

El Kremlin da a entender así que hay grupos rusos privados que sí podrían estar luchando, como mercenarios, en favor del régimen de Al Asad. Algo que ya pasó en la guerra de Ucrania. Primero, Rusia negó estar involucrada y luego dijo que eran rusos «voluntarios o de vacaciones». Ionov, de hecho, considera que, durante el ataque estadounidense de la semana pasada, murieron unas 200 personas. No 100, como anunciaron los EEUU en un primer momento.