Las calles mustias de Caracas pusieron de nuevo el decorado de un conflicto político que se acelera y en su devenir solo augura más desgracias para los venezolanos. La negociación no forma a estas alturas parte del menú de posibilidades para resolver diferencias abismales. Y eso lo saben los que están a uno y otro lado de la línea divisoria. Una vez más, hombres y mujeres vestidos de rojo marcharon hasta el Palacio de Miraflores para respaldar a Nicolás Maduro. Caminaron en medio de camiones con altavoces que alternaban canciones de salsa con llamamientos a gritar bien fuerte que eran leales al "presidente obrero".

La consigna "oye fascista, no te lo decimos más, no te metas con Maduro" se repetía con vehemencia real o simulada. En algunos de los rostros que captaban las cámaras de televisión se dibujaba, no obstante, la incertidumbre y el temor por lo que podría venir. Los "motorizados", como se llama a los motoristas que apoyan al Gobierno, llegaron a la sede presidencial en una larga caravana. Agitaron banderas y cascos. Se grabaron unos a otros como para dar cuenta de que estaban ahí en las horas cruciales. La palabra "guerra" no les fue ajena.

Unos pocos kilómetros separan siempre a las escenas de adhesión al Gobierno de las zonas donde volvieron a aparecer las máscaras de gas, las pedradas, las carreras y las escaramuzas de las fuerzas policiales. Juan Guaidó fue enfático: la lucha en la calle debe ser decisiva e inclinar la balanza en favor de la oposición. "Sin retorno", dijo y convocó a ocupar el espacio público. Acudieron a su llamada tanto en Caracas como en el interior del país.

"SÍ, SE PUEDE"

Desde el 23 de enero, el día en que Guaidó se autoproclamó presidente "encargado", la oposición demostró una notable capacidad movilizadora, a veces superior a la del madurismo. Las procesiones fueron también festivas. Todos de blanco, para diferenciarse de un color que consideran ominoso. La plaza Francia, en la acomodada urbanización Altamira, es un punto de encuentro histórico. Guaidó apareció acompañado de Leopoldo López. Lo recibieron a los gritos de "libertad" y "sí, se puede". Con un megáfono en la mano, el diputado le aseguró a los presentes que la "Operación Libertad" está en curso y es irreversible. Sonaron pitos, cornetazos y flamearon banderas tricolores para saludar el horizonte de felicidad prometido.

"Intervención, intervención", se le pidió también al diputado. La expectativa de una fractura del frente militar que sostiene a Maduro no se cumple hasta ahora. Miraflores sigue siendo ajena. Cunde cierta impaciencia y frustración y por eso hay voces en las que aflora el deseo de que Donald Trump tenga un protagonismo mayor en la disputa por el poder político. Creen que se requiere algo más que sanciones económicas. Guaidó ha sido por lo general elusivo a las reclamaciones de los sectores aún más radicales que los de su partido, Voluntad Popular, en esa dirección. "El artículo 187, cuando llegue el momento", ha dicho en más de una ocasión cuando le preguntan por las atribuciones que ofrece la Constitución bolivariana para autorizar la presencia de tropas extranjeras. Esta vez calló ante tamañas exigencias.

MALESTAR

El mapa de Caracas parte en dos al mundo de las emociones políticas: el oeste de la ciudad, se suele decir, es, por su extracción más humilde, proclive al chavismo mientras que el este, dominado por las comunas de clase media y alta, es mucho más favorable a los cambios políticos profundos. Sin embargo, esa demarcación ha dejado de ser inalterable. El malestar abunda en los barrios populares y en un día de extrema tensión también se reportaron algunas protestas.

Las tensiones se palparon en toda la capital. Las tanquetas de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) patrullaron los rincones más calientes. Circularon pocos vehículos particulares. El metro no funcionó. Miles de caraqueños observaron incrédulos las procesiones. Esa mañana estaban más preocupados por resolver cuestiones relacionadas con la subsistencia. El conflicto venezolano tiene una carga de irracionalidad que le aporta el descalabro económico y la escasez. Hubo que salir a buscar comida en medio de las disputas y el temor que avivaba el fuego de un rumor: podía cortarse otra vez la luz.