Venezuela no es Nicaragua. En Managua tenemos a un antiguo revolucionario convertido en dictador; hay más sandinistas en la oposición que en el poder. Venezuela es más complejo, y peligroso. Abundan el petróleo y la división. Los movimientos de EEUU, Rusia y China reducen el conflicto a un banco de pruebas de su nueva Guerra Fría.

Tener dos presidentes -Nicolás Maduro y Juan Guaidó- siempre es una mala idea. Augura un enfrentamiento civil y dificulta cualquier salida negociada. Los militares, que ya controlan la empresa petrolera estatal PDVSA, serán la clave. Se han convertido en un poder en sí mismo dada la debilidad de Maduro. Como sucedió en Egipto tras la caída de Mubarak en el 2012, no regalarán su negocio. Lo defenderán con las armas. Hablamos de la cúpula militar.

PSVSA también es importante para explicar el papel de EEUU. Venezuela podría ser un negocio para sus empresas. Algunas, como la célebre Halliburton (Irak, Cheney), han perdido dinero por la reducción de los taladros y los impagos. Venezuela tiene las mayores reservas petroleras conocidas. Según Business Insider, podría abastecer ella sola al mundo durante nueve años y dos meses.

Nicolás Maduro no es Hugo Chávez. Carece de su carisma. Desde su aparición ha dado muestras sobradas de limitaciones políticas. Para sostenerse en el poder violó la Constitución que dejó Chávez en herencia al bloquear -con abuso de poder- el referéndum revocatorio que pretendía echarle siguiendo los cauces legales. Al perder esa vía, la oposición se echó a la calle y el régimen se enrocó. Hablar de dictadura es prematuro. En las dictaduras como Arabia Saudí, también bañada en petróleo, no caben las manifestaciones ni la oposición. Pero en ese camino están.

Chávez fue la respuesta a los 40 años de robo de los partidos turnantes Acción Democrática y COPEI. Carlos Andrés Pérez, social-