Una regla que excede a las matemáticas y los números pares rige la vida en Venezuela: todo es divisible por dos. Hay dos mercados, uno blanco y otro negro, dos clases de dólares, el oficial y el supuestamente ilegal, muchísimo más caro. Hay dos maneras de comprar: con billetes o tarjeta de débito, que pueden «alquilarse» para sortear la escasez de circulante. Existe a la vez un Parlamento opositor en desacato y una Asamblea Constituyente que hace de Congreso, un Tribunal Supremo en Caracas y otro en el exilio, dos fiscales generales. Al mismo tiempo, se verifican dos modos de ocupar la calle: la de los chavistas que, con el concurso estatal, rodearon el domingo la sede del Poder Ejecutivo para «proteger» a su ocupante; y la del antichavismo, que esta semana redoblará sus manifestaciones convencida de que acelerará los acontecimientos políticos. Y hay, por último, una dualidad más peligrosa: supuestamente dos presidentes, uno surgido de elecciones y otro autoproclamado interino y bendecido por Washington y sus aliados.

Aunque uno solo, Nicolás Maduro, es el que cuenta con el poder de la fuerza militar, y llama a Juan Guaidó «títere del imperio», la máxima autoridad legislativa cree que gana en la calle su batalla con quien llama «el usurpador». En la noche del domingo, Guaidó trazó una ambiciosa hoja de ruta semanal. «Vamos muy bien, Venezuela. Hemos avanzado a pasos agigantados. El miércoles les pido a todos que salgan para una gran protesta nacional». La máxima autoridad legislativa se dirigió al país como si hablara por una emisora nacional, aunque lo haya hecho a través de la red Periscope.

Habló en su despacho. Detrás de un busto de Bolívar y una bandera, con su agenda abierta, como si se tratara verdaderamente de un estadista. «Vamos a salir de manera pacífica e inédita para seguir llevando el mensaje a la Fuerza Armada Nacional la ley de amnistía y exigiendo que se ponga del lado de Venezuela», añadió. El sábado, en tanto, se realizará otra manifestación «para acompañar el respaldo de la Unión Europea». Ese día vence supuestamente el ultimátum dado a Maduro para que convoque elecciones. De lo contrario, la UE reconocerá a Guaidó como «encargado» de la presidencia.

850 DETENIDOS / Pero entre el miércoles y el sábado pueden suceder muchas cosas en un país donde, de acuerdo con Alfredo Romero, director de la oenegé Foro Penal Venezolano, en los últimos seis días han sido arrestadas 850 personas. «En su mayoría viven en zonas populares», detalla Romero.

Maduro, en tanto, volvió a insistir en que pronto la justicia resolverá la situación de Guaidó. Pero los tiempos de tomar cartas en el asunto se estiran de manera incierta. A los analistas no les queda claro si se trata de una cuestión de debilidad o el madurismo tiene un naipe guardado que no exhibe.

Por lo pronto, el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, amenazó con una «respuesta significativa» ante cualquier «acto de violencia e intimidación contra el personal diplomático de Estados Unidos o el líder democrático de Venezuela, Juan Guaidó». Bolton dejó entrever que, contra lo anunciado por Maduro, la embajada en Caracas no ha dejado de funcionar por completo. El ministro de Exteriores ratificó lo contrario: los diplomáticos se fueron y apenas queda un representante de negocios. «Que Estados Unidos hable con una sola voz. Queremos creer en los portavoces autorizados y no en la cosa esquizofrénica de Bolton», pidió el dirigente venezolano.

Por lo tanto, hay también dos versiones sobre lo que está ocurriendo desde que Maduro rompió vínculos diplomáticos con EEUU por reconocer al «presidente encargado». La realidad se expresa en una suerte de código binario. Maduro hace y Guaidó intenta deshacer con aplausos en la Casa Blanca. «Esta es una cadena de situaciones que nos coloca ante un hecho insólito. No hay ningún país del mundo que tenga dos presidentes. Lo único que nos falta es tener dos fuerzas armadas y una guerra civil», advirtió el secretario general del Movimiento Al Socialismo (MAS, opositor), Felipe Mujica.

El problema es global. A la par, Rusia, China y Turquía «generan presiones en sentido contrario, lo que demuestra que una parte importante de este forcejeo no está en manos de venezolanos».