La batalla por el control de Venezuela que libran en las calles la oposición comandada por Juan Guaidó y el oficialismo del presidente Nicolás Maduro tiene una dimensión internacional cada día más evidente. Las maniobras de Estados Unidos para hundir definitivamente al chavismo y remodelar el país con un cambio de régimen se han topado con la asertiva postura de Rusia, que ha aprovechado la crisis para ensanchar su huella en Venezuela como principal patrón de Maduro.

El enquistamiento de la situación ha dado paso a un creciente cruce de acusaciones y advertencias entre los dos grandes actores de la guerra fría, una dinámica muy similar a la que se vivió en Siria y en Ucrania. Con la vuelta de Rusia a la escena internacional, han vuelto también los riesgos del pasado en una región donde nunca se impuso definitivamente la Pax Americana.

«Rusia tiene que marcharse y renunciar a seguir apoyando al régimen de Maduro», dijo la Casa Blanca el miércoles, un día después de que su diplomacia acusara a Moscú de frenar los planes del presidente venezolano para huir a Cuba, un escenario que han negado el resto de las partes implicadas. El Kremlin respondió poco después durante la conversación telefónica que mantuvo su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, con su homónimo estadounidense, Mike Pompeo. Según el Kremlin, Lavrov le dijo que si EEUU sigue con sus «agresivas medidas» en el país caribeño tendrá que hacer frente a «graves consecuencias».

Rusia no tiene bases militares en Venezuela pero sí numerosos intereses económicos y energéticos en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Una relación que data de la época de Hugo Chávez, cuando Washington ya maniobraba para hundir su proyecto socialista. A medida que la economía venezolana se hundía, Rusia pasó a ser uno de los principales banqueros de Caracas. Más que pagos, recibió a cambio contratos para explotar en joint ventures los pozos de crudo venezolano. Desde el 2010, la petrolera estatal rusa Rosneft ha invertido 9.000 millones de dólares en los hidrocarburos del país caribeño, según Reuters. La compañía ha recibido además el 49,9% de Citgo, la petrolera estatal venezolana que opera en EEUU, como aval por un préstamo ruso de 1.500 millones de dólares.

ACUERDOS ARMAMENTÍSTICOS

En paralelo, Rusia ha armado al Ejército bolivariano con sus tanques, aviones y armas, prepagadas con envíos de petróleo venezolano, lo que ha convertido a Venezuela en el mejor cliente de su industria en América Latina. Putin ha encontrado en Venezuela una forma de anclar su influencia en el patio trasero de EEUU y vengarse de la interferencia estadounidense cerca de sus fronteras y la OTAN hacia el este de Europa. Ese mensaje ha quedado patente con varios gestos militares en los últimos meses, a medida que la oposición planeaba su asalto al poder en coordinación con Washington: desde la visita a Venezuela de dos bombarderos con capacidad nuclear en diciembre al presunto envío de paramilitares poco después de que comenzaran las protestas o el aterrizaje de un centenar de militares rusos en marzo. El desembarco es gradual y a menudo oficioso, en la línea de lo que sucedió en Ucrania y Siria, aunque Moscú tenía allí

bases militares. El apoyo de Rusia a Maduro ha complicado el desenlace que busca Trump en Venezuela. Pero también se interpreta como una amenaza para sus intereses en la región, donde la huella china y rusa no deja de crecer. Según el Caribbean Council, la presencia rusa en el Caribe «es hoy más fuerte de lo que nunca ha sido desde el final de la guerra fría». Algunos miembros de la Administración Trump han invocado la Doctrina Monroe, utilizada desde el siglo XIX para impedir que los países latinoamericanos se convirtieran en satélites europeos, para resistir la estrategia de rusa en Venezuela. «Trump está decidido a impedir que Venezuela quede en manos de poderes extranjeros», ha dicho el asesor de seguridad nacional, John Bolton. Falta saber cómo pretenden hacerlo. Tanto Trump como el Pentágono se oponen a la intervención militar que abanderan halcones como Bolton. En Siria y en Ucrania, EEUU acabó reculando y resignándose en gran medida al patronazgo ruso. Venezuela es algo diferente porque está en su vecindario y Washington considera que debe ser parte de su esfera de influencia.