El primer ministro británico, Tony Blair, realizó ayer una visita sorpresa a Irak, para mostrar su compromiso personal con la celebración de las elecciones generales y saludar a los soldados británicos en vísperas de Navidad. De la celebración de los comicios depende la reputación de Blair, quien se ha convertido en el primer jefe de Gobierno británico que visita Bagdad.

Después de aterrizar en la capital iraquí procedente de Jordania, Blair abandonó el aeropuerto y, protegido por un cortejo de Black Hawks estadounidenses, se desplazó en un helicóptero militar a la peligrosa zona verde, el centro administrativo y diplomático al oeste de la ciudad. Allí se entrevistó con líderes iraquís, mandos de EEUU y miembros de la comisión electoral.

En una conferencia de prensa conjunta con el jefe del Gobierno interino iraquí, Iyad Alaui, Blair insistió en que las elecciones deben celebrarse el 30 de enero a pesar del clima de violencia. Tras dejar Bagdad, Blair se trasladó a Basora, al sur del país, donde se reunió con las tropas británicas. Fue el momento de los saludos, las fotos y las bromas.