Siete años ha tardado Xi Jinping en visitar al viejo aliado y el momento elegido no es casual. El presidente chino será recibido por Kim Jong-un apenas una semana antes de lidiar con Donald Trump la farragosa batería de conflictos bilaterales durante la cumbre del G-20 en Osaka. El mensaje es claro: el conflicto norcoreano, subrayado en la agenda internacional de Trump, no se resolverá sin Pekín.

Será la primera visita de un presidente chino a Pionyang desde la de Hu Jintao en el 2005. Era habitual que los líderes chinos eligieran a su vecino para su primera visita internacional como una cortesía diplomática. Xi rompió la casuística para subrayar su ira hacia aquel jovenzuelo arrogante que ignoraba sus peticiones de sosiego y se embarcaba en una delirante espiral que amenazaba con provocar una guerra nuclear en su patio trasero. Pero Kim abrió la vía diplomática en su histórico discurso de Año Nuevo del 2018 y desató el frenesí. El dictador norcoreano ha visitado Pekín cuatro veces en un año y devolvió la invitación a Xi en la última. Ignorarla por más tiempo hubiera sido una descortesía cercana al desafío.

La cumbre ofrece ventajas innegables a ambos. A Kim no le costará venderla como el epítome de su rol de líder global respetado por las primeras potencias. Y a Xi le permitirá acudir a Osaka con más munición. La guerra comercial emprendida por Trump ha empujado al lodazal las relaciones bilaterales y los expertos señalan Osaka como la última oportunidad para una tregua improbable. Washington ha sugerido que colocará sobre la mesa de negociaciones no solo a la tecnológica Huawei y la expansión militar en el mar del Sur de China. También Taiwán y Hong Kong, cuestiones nucleares que descomponen sin remedio a Pekín. Corea del Norte parece el perfecto contrapeso.

PRESIÓN

La estrategia estadounidense de máxima presión sobre Pionyang, con la que intenta asfixiarla para que firme cualquier acuerdo, es utópica sin Pekín. No es descartable que Coera del Norte apostara por la vía diplomática en el 2018 empujada por el férreo cumplimiento chino de las sanciones económicas. Pero a Pekín, que concentra el 90% del comercio norcoreano, le sobran razones hoy para rebajar aquel entusiasmo sancionador. El secretario de Defensa estadounidense, Patrick Shanahan, hizo público recientemente un informe de 32 páginas con fotografías de satélite de cargueros norcoreanos aprovisionándose en puertos chinos.

El proceso de desnuclearización norcoreano permanece gripado desde que Trump y Kim se marcharan de su segunda cumbre en Hanói sin ningún acuerdo. Sus últimos lanzamientos de misiles de corto alcance subrayan que la paciencia norcoreana se agota y la prensa oficial le ha dado a Trump hasta fin de año para que muestre más compromiso. Solo China es capaz de mover el conflicto atascado hacia adelante o atrás. La visita de Xi será escrutada desde Seúl, frustrada también porque la tozudez de Trump por mantener las sanciones económicas arruina su voluntad de pacificar la península.