Una coincidencia, un mínimo denominador común, puede identificarse en muchos de los atentados perpetrados por combatientes extremistas desde el 2016 en diversos puntos del globo, desde Turquía hasta Rusia, pasando por Suecia. La mayoría de ellos han tenido como protagonistas a individuos procedentes de Asia Central, muchos de ellos de origen uzbeko, aunque oficialmente, sobre el papel, pudieran ser ciudadanos de otras repúblicas exsoviéticas, en una región donde las fronteras han sido trazadas arbitrariamente y separando a comunidades étnicas.

Después del atropello de ciclistas en Nueva York de esta semana, perpetrado por Saifullo Saypov, un chófer de Uber originario de Uzbekistán, el presidente de aquel país, Safjat Mirziyóyev, se ha sentido obligado a dar el pésame, a toda prisa, al líder de la Casa Blanca, Donald Trump, al tiempo que prometía toda su colaboración en la investigación: «Este despiadado crimen, extremadamente cruel, no puede tener justificación; Uzbekistán está preparada para usar todos sus medios para ayudar en la investigación».

ATENTADO EN SAN PETERSBURGO / Una de las acciones terroristas más mortíferas con autoría de individuos de procedencia uzbeka tuvo lugar el pasado 3 de abril en San Petersburgo. Un artefacto explosivo escondido en una maleta estalló en un convoy del metro de la ciudad. Murieron 15 personas y otras 45 resultaron heridas. Una segunda bomba fue hallada y desactivada en una estación. El autor del atentado, Akbarzon Jalilov, era un individuo de origen uzbeko, aunque nacido en la vecina república de Kirguistán y con pasaporte ruso.

Se sabe que Jalílov había viajado en el 2014 a Siria, donde había sido entrenado por combatientes de Estado Islámico. De hecho, el explosivo llevaba una impronta de haber sido fabricado según técnicas empleadas en Siria, ya que contenía «azúcar quemado», según escribe el especialista Karmon Ely en un estudio realizado para el Instituto Internacional de Antiterrorismo.

Pocos días después del sangriento ataque en la segunda ciudad rusa, a unos pocos centenares de kilómetros de allí, en el centro de Estocolmo, Rajmat Akitov, un uzbeko de 39 años, estrelló un camión contra una multitud, causando cinco fallecidos. En el interior del vehiculo, concretamente dentro de un maletín, se hallaba un explosivo improvisado que milagrosamente no llegó a detnonar, lo que impidió que el atropello se convirtiera en una masacre de civiles. El responsable del ataque, que fue finalmente detenido, era un demandante de asilo cuya solicitud había sido desestimada, y que había difundido material propagandístico yihadista a través de las redes sociales.

Una de las acciones terroristas más sonadas perpetradas por ciudadanos originarios de Asia Central se produjo el 28 de junio del 2016 en el aeropuerto de Estambul-Atatürk, cuando tres suicidas armados con fusiles de asalto kalashnikov abrieron fuego en diferentes puntos de la terminal de forma indiscriminada contra los pasajeros que allí se encontraban, causando 43 víctimas mortales.

Los atacantes acabaron siendo abatidos por las fuerzas de seguridad turcas, que los identificaron como ciudadanos de Rusia y las repúblicas exsoviéticas de Uzbekistán y Kirguistán. Finalmente, el 31 de diciembre del 2016 en el club nocturno Reina de la misma ciudad, un individuo de origen uzbeko aunque nacido en Kirguistán llamado Abdulkarim Masharipov disparó contra los clientes y mató a 39 personas, en un ataque ordenado e ideado desde el liderazgo de Estado Islámico en Raqqa.

TRUMP PIDE PENA DE MUERTE / El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo por Twitter ayer que el inmigrante uzbeko que atropelló y mató a ocho personas el martes en Nueva York debería de ser condenado a muerte y que enviarle a Guantánamo le «encantaría» pero «estadísticamente ese proceso lleva mucho más tiempo que pasar por el sistema Federal».

El autor del atentado, Sayfullo Saipov, al ser interrogado por la policía dijo que el atentado lo cometió tras inspirarse en vídeos del Estado Islámico y que lo empezó a planear hace un año. Saipov confesó además que está convencido de que lo que hizo «ha estado bien hecho».